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Destrucción creativa: ¿Cómo lidiar con las quiebras?

A veces los negocios salen mal. Cambian las condiciones del mercado, las previsiones de los empresarios no se cumplen, hay situaciones de riesgo no previstas o para las que no existe ningún tipo de seguro, o simplemente eran malos negocios desde el principio y no parecían serlo.

¿Dónde deben estar las prioridades de la sociedad ante las quiebras? En México, la prioridad – de los medios, las autoridades y la sociedad en general – es flagelar al quebrado, llamarle irresponsable, bandido, fraudulento, o imbécil. La Ley Federal del Trabajo y otros ordenamientos establecen que en casos de quiebra, la primera prioridad de pago la tienen los trabajadores, no los acreedores, ni los accionistas – lo cual es un desincentivo a la inversión productiva. Usualmente en México, y de manera especialmente grave si hay un sindicato de por medio, los bienes del quebrado acaban pudriéndose en una bodega, sin ninguna posibilidad de que puedan reincorporarse al proceso productivo.

Dado que nuestro procedimiento para las quiebras está lejos de ser óptimo, es usual que los gobiernos mexicanos en sus tres niveles acaben haciéndose cargo de las obligaciones de la quebrada, mediante la expropiación, requisa o intervención de la caja de la empresa quebrada. Esto ocurre, normalmente, cuando la quebrada es grandota: un ingenio azucarero, una aerolínea, una acería.

Usualmente la excusa es bastante chafa pero predecible: hay que preservar los empleos de la quebrada, sin ni siquiera preguntarnos si eran empleos productivos. El conjunto de incentivos que esto genera son terribles: propicia la toma de riesgos por arriba de lo razonable por parte de algunos empresarios, y la sensación en los trabajadores que pueden colgarse de la liana tanto como sea posible. Salen perdiendo los contribuyentes, y en muchos casos los consumidores, porque la solución de la autoridad para reducir el costo fiscal del rescate es preservar estructuras de mercado que no favorecen la competencia. Esas estructuras de mercado acaban por generar una nueva quiebra años después.

Los ejemplos abundan. Los ingenios azucareros son empresas que el Estado ha tenido que intervenir en al menos 6 ocasiones durante los últimos 100 años. Ese es un mercado cerrado a la competencia externa, en donde si truena el ‘modelo’, ya sea por sobreproducción, malas estimaciones del consumo o de sustitutos del azúcar, las empresas empiezan a pasar aceite y le pasan la cuenta al Estado Mexicano.

De Mexicana de Aviación nos dicen que era una empresa con casi un siglo de edad, pero que fue rescatada por el Estado varias veces. Por ejemplo, cheque usted la Ley de Aviación Civil aquí, que en su artículo 40 dice que los comandantes de aviones comerciales mexicanos tienen que ser mexicanos por nacimiento que no adquieran otra nacionalidad. El artículo 38 dice que también la tripulación de aire y tierra tiene que ser mexicana por nacimiento. Esto evidentemente se puso ahí para evitar que en medio de las exigencias de los sindicatos, a algún administrador se le ocurriera darle un certificado de nacionalidad a un conjunto de azafatas o pilotos esquiroles traídos de otro país que cobraran prestaciones más razonables. El crecimiento del costo de los contratos colectivos de Mexicana es la razón por la cual la aerolínea vio comprometida su capacidad de inversión y reducción de costos que en turno acabó con disminuir sus posibilidades de competir con aerolíneas de menor costo. De hecho, no es difícil darse cuenta que esa ha sido la principal dificultad para echar a andar de nuevo esta empresa: los sindicatos nada más no flexibilizan sus exigencias.

Quizás la mejor manera de lidiar con las quiebras es impedir que ocurran, lo cual ocurre en un entorno económico más liberal. Si hay competencia en todos los insumos y servicios que consume una empresa, es más fácil que se salga de un arreglo económicamente inviable. En México el arreglo es tan restrictivo desde todos los frentes, que prácticamente es imposible que un negocio grande pueda salirse de estos contratos rígidos. De esto hablamos los economistas cuando decimos que hay que flexibilizar los mercados: generar condiciones que se puedan negociar para cuando los márgenes de utilidad se aprietan o de plano se desaparecen, la estructura de costos pueda reaccionar a la baja para salvar al negocio. Esto es algo que los chinos hacen en fa.

En los Estados Unidos existe una actitud distinta hacia el quebrado, que de acuerdo con un artículo de The Economist, ya era parte del carácter norteamericano a finales del Siglo XVIII: Alexis de Tocqueville se maravillaba de ver cómo la prioridad de los estadounidenses era reestablecer la productividad de los activos del quebrado rápidamente, no incinerarlo en leña verde.

De hecho, la ley de quiebras gringa prevé que los negocios que todavía son viables se vayan por un mecanismo de suspensión de pagos mientras reestructuran sus deudas, que se contiene en el capítulo 11. Los negocios que ya de plano van a tronar se van por el capítulo 7.

México trató de echar a andar un esquema de quiebras más moderno con la Ley de Concursos Mercantiles del año 2000. El problema de esta ley es que rara vez los jueces dictaminarán la quiebra de un negocio con implicaciones sociales gruesas, como un ingenio azucarero o una aerolínea. El esquema, además, no es para la PYME de la esquina; es un esquema costoso y complejo. La institución a cargo es el IFECOM; chéquenlo y díganme que opinan.

Usualmente la quiebra ‘a la mexicana’ implica que el quebrado se va por la libre, paga hasta donde puede y declara la empresa en suspensión de actividades ante SHCP, con lo cual la empresa se convierte en una especie de ‘zombie’ para todos los efectos.

Schumpeter, el economista de la innovación y uno de los genios más incomprendidos de la ciencia económica, denominó ‘destrucción creativa’ al proceso mediante el cual las economías se reinventan. Los activos, la gente, y la ‘energía económica’ atrapada en un negocio que no produce utilidades, generan un agujero negro de destrucción de valor. En los sistemas biológicos, la muerte es un paso necesario para liberar recursos a las generaciones jóvenes. En la economía pasa lo mismo: el ADN empresarial viejo tiene que dar paso al nuevo, especialmente si el viejo ya no crea valor. La eficiencia en las quiebras es muy importante para lograr estos objetivos.