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La bomba discreta

Tic, tac, tic, tac. Este es el sonido de un paquete de bienvenida que recibirá el o la próxim@ president@ de México. Es la bomba del sistema de pensiones, o mejor dicho, el arsenal de artefactos explosivos que conforman los más de 100 planes de pensiones financiados con dinero público. Esta vasta constelación de programas de jubilación se compone de los sistemas de retiro de trabajadores de las dependencias federales, Pemex, CFE, los gobiernos estatales, las universidades públicas y otros organismos del Estado mexicano.

De acuerdo con una investigación de Pedro Vázquez Colmenares, el tamaño de los pasivos por las pensiones públicas de México rebasa el tamaño del PIB. Si además se suman otros compromisos de pago como la deuda pública, los futuros agobios fiscales de México adquieren proporciones mediterráneas. La jubilación de un policía estatal, un médico del IMSS o una recepcionista en la Secretaría de la Reforma Agraria no representan, hoy, una carga directa sobre el presupuesto. Sin embargo, el día de mañana, cuando les llegue la edad del retiro habrá que cumplir con los derechos adquiridos en su vida laboral.

El tamaño del problema financiero deja de ser discreto si se observa la evolución del Ramo 19 del Presupuesto de Egresos de la Federación, denominado “Aportaciones para la Seguridad Social”. Desde 2008, el pago de pensiones es superior al dinero destinado a cubrir la deuda pública tradicional. Este rubro del gasto se incrementa a un ritmo anual de 16%, un crecimiento cuatro veces superior a la inflación. Esto implica que para fines del próximo sexenio uno de cada cinco pesos del presupuesto estará dedicado a cubrir las jubilaciones de los empleados públicos. En el año 2012, las aportaciones al sistema de pensiones ya son superiores a la suma de los presupuestos de la SEP y la Secretaría de Salud.

La raíz del problema es consecuencia de felices factores demográficos y desafortunadas decisiones políticas. Los mexicanos tenemos un mayor promedio de vida. Es muy probable que tu etapa como trabajador retirado durará más años que la jubilación de tus antepasados. Al aumentar nuestro promedio de vida se eleva el costo de nuestra jubilación, pero este afortunado hecho es sólo la mitad de la historia.

En las últimas décadas del siglo XX, una sucesión de crisis económicas complicó los procesos de negociación salarial entre el gobierno y sus empleados. La autoridad tenía un déficit de recursos para cubrir los salarios de la próxima quincena, pero un superávit de promesas para diseñar generosos planes de pensiones. Como quien patea una lata en la banqueta para evitar recogerla, sucesivos gobiernos empujaron hacia los próximos sexenios el conflicto financiero de las pensiones. El futuro ya nos alcanzó y no queda margen para patear la lata. El gobierno que inicia en siete meses tendrá que enfrentar el problema.

El primer paso sería reconocer el costo de las pensiones como parte del déficit del sector público. El Fondo Monetario Internacional acaba de publicar un interesante manual para detectar recetas de contabilidad que disimulan presiones sobre el erario público. El documento del FMI, “Mecanismos contables e ilusiones fiscales” (Accounting Devices and Fiscal Illusions), presenta evidencia de que varios países desarrollados también maquillan sus cuentas para embellecer los déficits. Sin embargo, la opacidad ajena no debería ser motivo de serenidad.

Hay una correlación entre los países que aplicaron trucos contables y el nivel de las tasas de interés gubernamental. La falta de transparencia fiscal tuvo como consecuencia la inestabilidad financiera en Europa. Las naciones que aplicaron excesos de “creatividad” contable, ahora tienen que pagar préstamos más caros. Aún no sabemos quién ganará la próxima elección presidencial, pero tres de l@s cuatro candidat@s hablan de una nueva reforma fiscal. Cualquier discusión sobre las finanzas públicas deberá considerar los costos de las pensiones. Esconder la bomba debajo del tapete no evitará la explosión.