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Carso TV y Televifono

La tecnología es una fuerza disruptiva que transforma la vida de las personas y el destino de las naciones. En Egipto, Twitter y Facebook jugaron un papel importante como catalizadores de la crisis política que derribó a Hosni Mubarak. En México, el cambio tecnológico no ha provocado inestabilidad en la arena política, pero sí ha generado un sismo económico en el sector de las telecomunicaciones. Este terremoto representa una oportunidad irrepetible para brindar mejores alternativas a los consumidores.

Hace unos años, la telefonía y la televisión eran negocios claramente diferenciados. Sin embargo, la tecnología borró fronteras entre ambos sectores. Hoy la infraestructura que sirve para transmitir un partido de futbol también puede transportar el periódico de la mañana o la voz de un ser querido. Esta transformación tecnológica ha desatado un conflicto sin precedentes.

Televisa quiere cortar unas flores del jardín de Telmex y Telcel. A su vez, las telefónicas del Grupo Carso aspiran a controlar algunas constelaciones circundantes del Canal de las Estrellas. Durante décadas ambas empresas coexistieron controlando una porción gigantesca de sus respectivos mercados. Ahora esa pacífica cohabitación resulta imposible. El negocio de telefonía celular genera hasta tres veces las utilidades de la televisión abierta, pero el control de la pantalla representa una fuente inmensa de poder político.

El escenario ideal para Televisa es que los cargos de interconexión telefónica caigan hasta el punto de que Grupo Carso subsidie a sus competidores. Por su parte, Telmex quisiera tener su canal de televisión, sin cambiar las reglas del juego en telefonía, que le permiten imponer onerosas condiciones a los jugadores establecidos y potenciales.

Es difícil predecir cuál será el resultado final de esta pugna. El saldo de este choque determinará, en buena medida, cuánto pagarás por tus servicios de telefonía, cuántos canales tendrá tu televisión, cuántas empresas te ofrecerán servicios de internet y cuántos nuevos millones de mexicanos se podrán integrar al siglo XXI con todas las herramientas que ofrece el cambio tecnológico. El resultado de esta batalla también determinará el tamaño de las inversiones que realizarán las distintas empresas del sector. En un contexto de mayor competencia, las compañías de telecomunicaciones se verán obligadas a adquirir tecnología de punta para ofrecer servicios de calidad a precios razonables. Si un sólo jugador controla todo o casi todo un mercado, no hay mayor incentivo de invertir e innovar, ya que los márgenes de utilidad se derivan del control monopólico y no de las recompensas al talento empresarial.

Un ejemplo claro del poder revolucionario de la competencia se puede apreciar en las azoteas del Distrito Federal. En el 2008, Carlos Slim decidió entrar en el mercado de la televisión satelital. Hasta ese año, junto a los tinacos y tendederos de la Ciudad de México sólo se veían antenas grises de la empresa Sky. Esta subsidiaria de Televisa mantenía un dominio completo del sector. Con el ingreso de Slim al mercado empezaron a proliferar las antenas rojas. Dish entró al paisaje urbano con un paquete 20% más barato que el competidor hegemónico. En respuesta, Sky sacó al público un nuevo paquete básico 27% más económico. Gracias a este duelo, un sector más amplio de mexicanos tuvo oportunidad de suscribirse a televisión de paga. Ojalá que lo mismo ocurriera en telefonía celular. La entrada de Televisa en este mercado podría bajar los precios, ampliar la cobertura e incrementar la intensidad en el uso de esta tecnología. Si Carso invierte en el negocio de televisión, esto también sería positivo para los consumidores y la economía nacional. El peor escenario es que uno de los dos gigantes en pugna quede demasiado contento y el otro totalmente insatisfecho. Si ambas empresas están dispuestas a ceder una parcela del statu quo en esta pugna entre intereses particulares, habrá ganado el bienestar colectivo.