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Hayek vs. Keynes: las buenas ideas económicas son políticamente incorrectas

¿Por qué ocurren las recesiones? Hay muchas respuestas; de hecho, se piensa que el número de respuestas crece exponencialmente con respecto al número de economistas involucrados en hacerlas. El 18 de noviembre la revista inglesa The Economist publicó un interesante artículo sobre las recetas de una escuela de pensamiento económico de principios del Siglo XX, llamada austríaca, liderada por el noble Ludwig Von Mises y el Profesor FA Hayek. Hayek y Von Mises se opusieron al keynesianismo y al socialismo; nos referiremos a la primera discusión, con Keynes y sus seguidores.

Para los no iniciados en esta interesante discusión macroeconómica que lleva un poco más de un siglo, y para evitar una árida discusión académica, es posible darse una idea general a través de este video de rap. En resumen: Keynes creía que las crisis pueden resolverse si el Estado estimula la demanda agregada, gastando prácticamente en lo que sea. Los austríacos se opusieron a esta visión, diciendo que son las malas inversiones las que sumen a las economías en períodos recesivos.

El Estado por lo general hace malas inversiones, y ello restringe la capacidad de las economías para crecer hacia futuro. Los monetaristas (de manera destacada Milton Friedman), a mitad del siglo XX, argumentaron que el gasto público tiene que financiarse por emisión de billetes (lo cual implica inflación), o por nuevos impuestos presentes y/o futuros, lo cual tiende a profundizar y no a suavizar el ciclo económico. Sin embargo, los monetaristas también guardaron distancia de la perspectiva austríaca, considerándola primitiva e intelectualmente limitada.

Una de las cosas que dice el artículo de The Economist es que la prescripción austríaca para la crisis económica es esperar que pase, con el menor intervencionismo estatal posible, por lo cual no es relevante para un agente político presionado por hacer algo para resolver la recesión. Algunos lectores de la revista apuntan, con mucha razón, a que los preceptos de la escuela de Hayek y Ludwig Von Mises no se enseñan en las facultades de economía desde hace mucho, y pocos economistas modernos se preguntan qué haría FA Hayek ante esta recesión, quizás la más profunda de la historia. Esto, se debe a que la receta austríaca es más bien filosófica, no pragmática.

Cualquier solución que implique inacción es generalmente inaceptable para cualquier político. Sin embargo, la filosofía austríaca respecto a las crisis, que son las malas inversiones durante el período de crecimiento las que acaban hundiendo el crecimiento en las crisis, encierra grandes lecciones para la política pública.

¿Por qué es relevante esto? Alguien podría decir que la economía americana ya está creciendo; como otra vez apunta The Economist en su blog, la recuperación está presente en todas partes excepto en el mercado laboral. Esto lleva a pensar en las causas de la recesión de 2008-09: los Estados Unidos, empujado por un exceso de liquidez propiciado desde la Reserva Federal y por programas populistas para dotar de vivienda a todos los norteamericanos, acabó construyendo más casas de las que eran necesarias.
No solamente eso: su mercado laboral terminó teniendo más personas dedicadas a la industria de la construcción de lo que es socialmente óptimo. Esa gente necesita volver a entrenarse para incorporarse a otras actividades económicas. El exceso de casas afectó al mercado laboral de otra forma: como la deuda de la gente en sus viviendas hoy es mayor que el valor de las viviendas, la gente no puede empacar e irse a ciudades donde hay más empleo, como ocurría en el pasado, cuando no eran dueños de una casa propia. Una decisión romántica de política pública – dotar a cada familia norteamericana de una casa – acabó en una tragedia de proporciones épicas.

Una solución liberal a este problema para los Estados Unidos es relajar las reglas para quién puede emigrar a ese país. De esa manera matas dos pájaros de un tiro: encuentras nuevos ocupantes para el exceso de casas (gente que va a pagar la hipoteca y evitar el deterioro del activo), y le das dinamismo al mercado laboral.

El desempleo estadounidense está íntimamente relacionado con que los norteamericanos menos capacitados esperan un salario relativamente alto por un trabajo que hoy esencialmente aporta poco valor. La regulación laboral en ese país también influye, dado que hay un salario mínimo y un seguro de desempleo generosos, e históricamente los estadounidenses han estado acostumbrados a trabajar relativamente poco por mucho dinero.  Si se estimula el mercado con más gente que esté dispuesta a trabajar por salarios inferiores, la economía se acercará rápidamente al pleno empleo, pero la gente ganaría menos. Esto les daría el estímulo correcto para cambiar de actividad hacia otras que agreguen más valor, lo cual haría que la economía estuviera en otra trayectoria de crecimiento económico.
Para México, la lección está en que nuestra apuesta de valor está en actividades que estimulan poco crecimiento, en sectores mono-oligopólicos que agregan poco valor. Los sectores que podrían expresar una verdadera vocación mexicana, en las manufacturas y los servicios, no pueden crecer y convertirse en actividades económicas dominantes por estar atrapados entre monopolios de energía, telecomunicaciones e infraestructura.  Esto no implica que el Estado tenga que subsidiar sectores o que tenga que hacer estas apuestas de manera directa; lo que tiene que hacer es darle la debida importancia a la política de competencia, tanto en los monopolios públicos como en los oligopolios y monopolios privados, y proteger los derechos de propiedad.