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Una oportunidad: Parlamento Abierto

El 7 y 8 de noviembre se llevó a cabo el Seminario de Transparencia Legislativa 2016, hacia un modelo de Parlamento Abierto con el objetivo de revisar los avances, retrocesos y retos en el Poder Legislativo mexicano en aspectos como transparencia, rendición de cuentas y uso de las tecnologías de la información.
En términos generales, ¿cuál fue la conclusión? Desde la academia y la sociedad civil especializada en temas legislativos coincidimos en que, a pesar de las condiciones sociales e institucionales actuales, es posible construir un Parlamento Abierto. Esto es, congresos que informen a sus representados sobre su funcionamiento, justifiquen sus votaciones, acuerdos y negociaciones e involucren a los ciudadanos de forma activa en la labor legislativa.

Al igual que en cualquier juego, un Parlamento Abierto requiere de reglas y jugadores capaces de alcanzar un mayor puntaje, en este caso, una mayor apertura en los congresos mexicanos. Aún falta un largo camino para concluir la partida, la meta aún no se vislumbra. Entonces, ¿qué nos hace falta? Se pueden identificar tres aspectos centrales:

1.- Las reglas del juego. De la misma forma que en una partida de domino sabemos cómo ganar puntos y qué movimientos están permitidos, la legislación de transparencia se ha consolidado y fortalecido en la última década para dar certeza y mayor transparencia. Sin este tipo de reglas sería imposible jugar, sería imposible un Parlamento Abierto.

Sin embargo, las reglas del juego no terminan por conocerse. En lo relativo a la normatividad relacionada con la rendición de cuentas, combate a la corrupción, cabildeo y regulación de los procesos de negociación internos, encontramos que para finales de 2016 la mayoría de los congresos mexicanos aún no cuentan con una regulación. Tampoco cuentan con códigos de ética o manuales para la presentación de informes de actividades institucionales y de cada uno de los legisladores, entre otros. En pocas palabras, necesitan establecerse los roles de cada jugador, saber que en el siguiente turno empezará el jugador a la derecha del que empezó la ronda anterior.

2.- Socializar la importancia del trabajo legislativo. Los Poderes Legislativos –como poderes públicos del Estado– tienen bajo su responsabilidad la creación de leyes y normas que regulan aspectos tan relevantes para las personas como la salud, educación, vivienda, seguridad, derechos laborales, economía y un largo etcétera. Esta relevancia ha mantenido alejados a los congresos, pocas veces son estudiado, monitoreados, llamados a rendir cuentas y a mejorar.

Sabemos poco sobre su funcionamiento interno, estructura administrativa, personal técnico, órganos de gobierno, presupuestos y gastos de diputados y grupos parlamentarios. En otras palabras, hay una falta de escrutinio y estudio de las funciones legislativas[1] que únicamente se puede combatir a través de una constante labor de enseñanza y de difusión. Conocer las obligaciones de los legisladores nos permite exigir su cumplimiento con vigor.

3.- Generar o incentivar la disposición de los legisladores para la implementación de un Parlamento Abierto es un tema prioritario, no hay motivo que justifique su postergación. Si la “voluntad” de los legisladores mexicanos no alcanza para impulsarlo, la ciudadanía tendrá que generarlo. En resumidas cuentas, si la “voluntad política” es inexistente por convicción, habrá que generarla por obligación. ¿Cómo?, a través de los mecanismos institucionales y sociales como la reelección, las solicitudes de información, las redes sociales y los medios de comunicación.

Por fortuna, se tienen más avances que retrocesos. La normatividad de transparencia está a la altura de las demandas ciudadanas y existen órganos garantes que vigilan su cumplimiento. Se ha logrado delinear lo general “la norma”, pero falta lo particular “la forma”, hay que presionar para hacerlo.  Para reconstruir la relación se necesita de todas las partes. En este caso, los legisladores y los ciudadanos no podemos asumir como inamovible el desprestigio y opacidad que ha permeado por décadas en nuestros legisladores e instituciones legislativas.[2] El Parlamento Abierto es una ventana de oportunidad para mejorar.

[1] En términos generales, las funciones legislativas pueden agruparse en cinco: a) la función de representación, esto es, la defensa del interés público, b) la función propiamente legislativa, que consiste en presentar y aprobar leyes y puntos de acuerdo, c) la político-administrativa que comprende la propuesta y ratificación de nombramientos y cargos, d) la función de control, concretamente de vigilar el cumplimiento de otros poderes y servir de contrapeso y e) la función jurisdiccional traducida en la facultad de iniciar juicios de procedencia o políticos. Fuente: María Amparo Casar, Ignacio Marván, Khemvirg Puente. (2010). La Rendición de Cuentas y el Poder Legislativo. México: CIDE.
[2] La confianza en los diputados está por debajo de 20%, la más baja dentro de las organizaciones políticas y sociales a nivel nacional. Fuente: Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México. Instituto Federal Electoral, 2014.
Publicado por La Silla Rota
14-11-2016