“No soy yo (la Constitución), eres tú (México)”

Ricardo Corona| @RichCorona

Arturo Piñeiro | @ArturoPineiro

“Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una ley universal”
Emmanuel Kant

Con la Revolución de 1910 y ante un inminente periodo de incertidumbre, México necesitaba fortalecer su sistema político para garantizar la seguridad y el patrimonio de las personas, elementos mínimos característicos del Estado moderno. Fue hasta diciembre de 1916 cuando el Presidente Venustiano Carranza convocó al Congreso para presentar un proyecto de reformas a la Constitución de 1857. De esta forma, hace 100 años en el Teatro de la República en la Ciudad de Querétaro, se promulgó la vigente Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.[1]

Hoy, en su aniversario, la Constitución ha escuchado múltiples manifestaciones que pugnan por un nuevo texto.[2] Esas intenciones se explican con argumentos que apelan a la situación económica, la rampante inseguridad, la marginación, pobreza y poco desarrollo social y la falta de oportunidades. Pero más allá de esos problemas, en el fondo hay un sistema político inactivo y poco inventivo que simula cambiar, para no cambiar. La impunidad en carne viva, la corrupción y la tolerancia mayúscula, han motivado la creencia de que con una nueva Constitución podríamos encauzar esa molestia e intranquilidad que permea a los mexicanos, para mejorar la situación del país.

Con ello, podríamos pensar que, si cambiamos el texto constitucional por otro, cambia la realidad del país. Sin embargo, esto implica muchas cosas más, ante ello, Jorge Carpizo planteó que “La creación de una nueva Constitución no es un ejercicio teórico, no es una discusión académica, no es la expresión de buenos deseos o intenciones. Se crea una nueva Constitución cuando existe ruptura-pactada o no del orden jurídico, lo cual es un dato del mundo del ser, de la realidad y no del deber ser. Esa ruptura acontece, porque la Constitución ya no rige jurídicamente a la sociedad, porque existe ingobernabilidad…”.[3]

La Constitución mexicana se actualiza constantemente, no es un texto suspendido o detenido en el tiempo. Como muestra de ello, hasta el día de hoy se le han realizado cerca de 700 modificaciones.[4] Eso, más que una ruptura, es una manifestación de la dinámica que cualquier sociedad en la que las reglas del juego están sujetas a ajustes de un contexto que inevitablemente tiene que cambiar. Sirva de ejemplo mencionar que, gracias a esas reformas, la cohesión social y en algunos casos la positiva voluntad política, han surgido instituciones sólidas y democráticas como son, por citar algunos ejemplos, el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), la Comisión Federal de Competencia Económica (COFECE) o el Instituto Nacional Electoral (INE).

Además, han surgido mayores y mejores controles políticos. Tenemos una ciudadanía que se involucra en la agenda pública logrando un impacto sin precedentes como, por citar un ejemplo, la reciente iniciativa Ley 3de3.[5] Hemos visto cómo algunos servidores públicos que violentan el deber ser de la Constitución ya enfrentan a la justicia, de igual manera que a la calificación, escrutinio y crítica de una sociedad civil mucho más organizada y pujante en problemas públicos.

Lo anterior no es obra de la causalidad, sino una consecuencia que nos permite asumir que no hay una ruptura del orden jurídico. Por el contrario, se ha legitimado el mismo y esto ha logrado cambiar la inercia del país en beneficio de la sociedad. Tenemos que apuntar que las malas prácticas que actualmente identificamos como retrocesos para una vida plena, pacífica y democrática en la población, no atañen a los valores y principios intrínsecos a un texto constitucional, sino a la corresponsabilidad de un país y sus ciudadanos que, sin importar que se desempeñen en una vida pública o privada, constantemente violentan y menoscaban en mayor o menor grado, el logro de aquel 5 de febrero de 1917.

Las aspiraciones del constituyente de 1917 no son ajenas a nuestros días si atendemos al objetivo de pugnar por un mejor país, pero tampoco lo son los cambios constantes del texto de una Constitución que debe apelar a valores y principios que brinden legitimidad como nación en el terreno de la democracia y bienestar que aspiramos todos. Si México y sus mexicanos no cumplimos con el mandato de la Constitución, ésta como muchas otras normas, le responderá con despecho: “no soy yo, la Constitución, eres tú, México”.

[1] http://www.udg.mx/es/efemerides/05-febrero. Consultado el día 3 de febrero de 2017

[2] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-91932011000100004 Consultado el día 3 de febrero de 2017.

[3] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-91932011000100004 Consultado el día 3 de febrero de 2017.

[4] http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum_crono.htm Consultado el día 3 de febrero de 2017

[5] http://ley3de3.mx/es/