
No son solo los aranceles. La destrucción no será solo comercial. Aunque aún no podamos dimensionar la magnitud de su impacto, tampoco será únicamente frente al poderío económico de China. Trump quiere todo el poder. Quiere imponer sus reglas; quiere también definir las tasas de interés.
La semana pasada Trump expresó en sus redes su urgencia para que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, saliera. La voz de Powell se unió a lo que tantos economistas han señalado desde que las insinuaciones de una guerra comercial empezaran a cobrar fuerza. El presidente de la Fed advirtió que la imposición de aranceles conllevaría, probablemente, una mayor inflación y un crecimiento económico más lento. No se trata solo de los aranceles en sí, sino de la magnitud de los mismos.
La Reserva Federal tiene un mandato dual. Por un lado, procurar la estabilidad de precios y por otro, impulsar el pleno empleo. Respecto al primero, Powell mencionó que si bien la inflación se encontraba aún por arriba de la meta del banco central, 2.3% la de marzo, las expectativas inflacionarias de corto plazo habían subido considerablemente adjudicando el incremento a los aranceles. A pesar de ello, agregó, las perspectivas de más largo plazo continuaban ancladas alrededor del objetivo de la Fed. Sobre el crecimiento, Powell comentó el descenso de la confianza de los consumidores y de las empresas haciendo énfasis en la elevada incertidumbre.
Después de mencionar algunas cifras económicas relevantes agregó lo que molestó a Trump. Las cuatro áreas básicas en las que se están implementando cambios sustanciales en política —comercio, migración, fiscal y regulatoria— tendrán un efecto aún incierto sobre la economía, pero un escenario contempla más inflación y menos crecimiento. La Fed, en consecuencia, se ubica en una situación compleja: reaccionar ante la expectativa de una mayor inflación o frente a la perspectiva de un menor crecimiento.
La reacción del presidente de Estados Unidos fue la esperada. No la deseada, pero a estas alturas lo que hubiera sorprendido es una reacción distinta, una que respetara la posición de Powell y la autonomía de la Reserva Federal. El embate contra Powell —y la Fed— continuó ayer lunes. Llamó a Powell “el Sr. Demasiado Tarde” —además de perdedor— y reconoció de pasada la posibilidad real de una desaceleración económica, a menos que, según el presidente, la Reserva Federal baje a la brevedad las tasas de interés.
Los mercados han reaccionado en consecuencia. No son únicamente las bolsas de valores ni los indicadores de confianza, las políticas del presidente han tocado la fortaleza del dólar que se había dado por sentada en las últimas décadas. Los índices que miden el desempeño de la moneda estadounidense muestran el nivel más bajo en los últimos 12 años. Frente a la caída del dólar el euro se recupera, el yen muestra ganancias y el peso mexicano gana terreno, cotizaba ayer alrededor de los 19.70, algo no visto en meses.
La andanada de descalificaciones del presidente Trump no es contra Powell. Atenta contra la autonomía del banco central y contra el principio de que no es buena idea tener una política monetaria supeditada a la fiscal. Pero va más allá. El presidente de Estados Unidos no soporta el disenso, solo escuchará lo que sus oídos quieran. Sobrará quien se lo diga. Ojalá la Reserva Federal no sea uno de ellos.
Publicado en El Universal
22-04-2025