Ingrid Chávez y Fátima Masse
El mundo está viviendo la peor crisis sanitaria desde la Segunda Guerra Mundial a causa del virus SARS-CoV-2 (Covid-19), según el Secretario General de la ONU . México enfrenta esta amenaza con un sistema de salud fragmentado y con deficiencias en recursos físicos y humanos.
Desde hace varias décadas, el Sistema Nacional de Salud presenta graves fallas . Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2018, México contaba con menos de tres camas hospitalarias por cada 1,000 habitantes. En contraste, Japón y Corea podían destinar 13 y 12 camas, respectivamente.
A su vez, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó que nuestro país destinó en 2018 el 5.5% del PIB nacional a atención médica, a diferencia de Estados Unidos que designó el 16.9% o Chile el 8.9%. Del monto para México, menos del 3% corresponde a gasto público y el 2.3% del PIB es un gasto que ejercen directamente las familias para adquirir servicios de salud.
Las debilidades del sector salud no son nuevas, pero la amenaza del Covid-19 genera presiones para las que no estábamos preparados . Por un lado, el material de curación, los medicamentos y las instalaciones adecuadas son insuficientes para tratar al número de enfermos proyectados que necesitarán cuidados hospitalarios, incluso en las estimaciones más conservadoras.
Por otro lado, tampoco hay suficientes médicos especialistas ni enfermeras que sepan atender los casos más críticos, pues la mayoría de ellos están concentrados en zonas urbanas.
La descoordinación de las autoridades, sumado a la reducción del presupuesto que se destina al sector salud, el recorte de personal y un nuevo sistema de compras de medicamentos con deficiencias estructurales, son algunos de los pilares visiblemente frágiles que a nivel federal y local podrían complicar la respuesta ante esta amenaza mundial.
México ha dejado de ser un espectador ante la pandemia. Más adelante veremos qué tan rápida fue la respuesta de mitigación y qué tan efectivas fueron las políticas que se tomaron al respecto. Esta crisis sanitaria pasará y habrá evidenciado lo crucial de tener un sistema de salud con mayores recursos y más flexible para salvar vidas, incluso en un escenario tan adverso como este.
Las autoridades deben sensibilizarse y comprometerse a fortalecer el sector. Para materializar este objetivo, planteamos que como principal acción los gobiernos a nivel federal y estatal reflejen en el presupuesto la prioridad de atender el sistema de salud. Esto solo se logrará aumentando progresivamente los recursos que se otorgan a este sector y evitando subejercicios.
Por otro lado, es necesario reforzar la rectoría de la Secretaría de Salud para coordinar a las diferentes instituciones de salud en el país. Si no hay una coordinación entre los organismos y las autoridades locales y federales, las estrategias que se implementen de forma aislada, tendrán poca repercusión en el fortalecimiento del sistema, específicamente en la atención, en la cobertura de necesidades primarias en los hospitales y en el diseño de estrategias preventivas.
Medir la eficiencia y calidad de los servicios es una estrategia que debe permear en todos los sectores del Gobierno, especialmente en salud. Hoy en día no hay suficientes métricas comparables que le permitan a las diferentes instituciones y unidades médicas tomar decisiones estratégicas para mejorar los servicios.
Contar con referencias medibles e identificadas, permitirá a las autoridades guiar esfuerzos, evitar duplicidad y mejorar la cobertura de salud en el país.
Hacer énfasis en estas propuestas puede servir como guía para enfrentar una amenaza mundial ahora, mientras que a largo plazo pueden ayudar a mejorar las condiciones del sistema de salud para afrontar nuevas adversidades.
Publicado por Expansión
07-04-2020