La experiencia de México en campañas de vacunación le debería permitir al país estructurar la campaña que se necesita en este momento. En su diseño participa la Secretaría de Salud que escucha la opinión del Consejo Nacional de Vacunación, cuya conformación plural le debería de dar una visión amplia de la realidad. En el documento rector “Política Nacional de Vacunación Contra el Virus Sars-Cov-2 para la Prevención de la Covid-19 en México” que se encuentra en www.coronavirus.gob.mx se señalan las fases para la inmunización. En la primera, que terminará en enero, se vacunaría al personal de salud en la primera línea de atención a la pandemia, empezando en la Ciudad de México, Coahuila, Estado de México, Querétaro y Nuevo León ampliándola a partir del 12 de enero al personal médico del resto del país.
La segunda etapa que empieza en febrero contempla la vacunación del personal de salud restante y las personas mayores de 60 años. Se estima vacunar a 14.4 millones de personas terminando en abril. El documento mencionado agrega algunos detalles y continúa la explicación del resto de las etapas. Ya vimos, como hemos visto según lo mostrado por el Dr. Alomía en las conferencias vespertinas, que el plan de vacunación sirve de poco. En ningún lado estaba contemplada la inmunización de maestros en Campeche. Pero no importa. El plan de vacunación lo decide el presidente. Ni el Consejo, ni la Secretaría, ni el documento rector sirven de mucho si queremos entender la lógica que se seguirá en el proceso. La lógica radica en la voluntad presidencial.
Si a esto le sumamos la conformación de las brigadas de vacunación, en las que se desplegarán más de 19 mil servidores de la nación que en 2018 promovieron el voto por el partido del presidente —como lo plasmó este diario ayer— es transparente que la lógica de la vacunación será electoral. Lo peor es que el que tenga un objetivo electoral no significa que la vacunación sea exitosa. Entre las pocas dosis compradas, el retraso en la entrega de las dosis de Pfizer, los resultados preliminares poco prometedores de las pruebas de la vacuna de Astra Zeneca en mayores de 60 años, el embrollo sanitario en el que está metido el país será muy difícil de subsanar en los próximos meses. De ahí —y con la lógica electoral siempre presente, el tiempo apremia— que se estén buscando acuerdos para adquirir la vacuna rusa de cuyos protocolos de investigación y resultados simplemente no existe información.
El caos sanitario —y la angustia que conlleva— prevalecerá los meses venideros y desafortunadamente vendrá acompañado de un problema económico mayor.
La semana pasada la secretaria de Economía presentó un plan de reactivación. Está lleno de verbos aspiracionales —fomentar, detonar, ampliar, simplificar, impulsar— pero de acciones tangibles y aterrizadas hay muy poco. Por ejemplo, propone continuar con el programa de créditos que se implementó el año pasado otorgando 60 mil créditos de 25 mil pesos cada uno. Para ponerlo en contexto, ese programa representaría 0.009% del PIB.
La pandemia sigue cobrando miles de vidas. También está ocasionando la pérdida de millones de empleos y miles de negocios destruidos. ¿Seguiremos haciendo planes por capricho? ¿De verdad la única lógica que importa es la electoral? El plan sin plan augura escenarios muy sombríos.
Publicado por El Universal.
26-01-2021