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El jardín del destino

James Heckman, Premio Nobel de Economía (2000), demostró que la educación en el jardín de niños tiene un enorme impacto en la existencia de las personas. Los primeros cinco años de vida representan un periodo crítico del desarrollo cognoscitivo que determina la capacidad intelectual y la productividad de los individuos en su vida adulta. Los beneficios de la educación preescolar se reflejan en una mayor probabilidad de terminar la preparatoria y en una menor tendencia a incurrir en conductas criminales.
De acuerdo al National Institute for Early Education por cada dólar invertido en un turno completo de kínder se recuperan 4 dólares en beneficios de largo plazo para el niño, su familia y el fisco. Cada dólar abocado al desarrollo temprano de la población infantil tiene una tasa de retorno de la inversión superior a proyectos de infraestructura como los puentes y las carreteras. Los recursos asignados a educación preescolar se consideran como una inversión en capital humano que permite aumentar la productividad de toda la economía. De acuerdo a otro estudio de Heckman, un 5% de aumento en la tasa de graduación masculina de estudiantes de preparatoria permitiría reducir notablemente los costos del sistema penitenciario.
Una de las mejores inversiones que podría hacer México para incrementar su capital humano sería incrementar la inversión pública para fortalecer la educación preescolar. Entre 2005 y 2010, la cobertura de preescolar en nuestro país pasó apenas de 45 a 50%. A este paso la cobertura del 100% se alcanzaría en el año 2060. El déficit de cobertura en preescolar puede representar una enorme oportunidad para modernizar al sistema educativo. Sin embargo, la estrategia de Heckman vería sus frutos hasta el año 2025, cuando egresen de preparatoria los niños que hoy tienen 3 años. Nuestro déficit de capital humano requiere medidas urgentes que tengan efecto en el corto plazo.
Para avanzar en la cobertura de preescolar en los estados con mayor voluntad de reformar su sistema educativo se podría adaptar el programa de Carrera al Éxito (Race to the Top), implementado por el gobierno de Barack Obama en Estados Unidos. La estrategia consiste en un concurso para catalizar reformas educativas a nivel estatal. Los ganadores del concurso se llevan una rebanada de un fondo de 4 mil millones de dólares para invertir en educación. Los objetivos del programa son promover la rendición de cuentas de las escuelas y romper el muro que separa el ingreso de los maestros del desempeño de los alumnos.
Cada estado de la Unión Americana puede decidir su camino para aspirar a una tajada del pastel presupuestal, pero el gobierno federal establece criterios estrictos y transparentes para evaluar la transformación educativa de las entidades. Este es un modelo de reforma ideal para un país con un régimen federal y un sistema educativo descentralizado.
La versión mexicana podría entregar recursos para acelerar la cobertura en preescolar, pero sólo a los estados que tengan voluntad de reformar su educación básica. Al ser un concurso voluntario, los estados con mayores dificultades políticas para enfrentar al sindicato magisterial se abstendrían de participar y se generaría un mecanismo de autoselección para identificar entidades donde hay algún potencial de impulsar reformas. Los ciudadanos de cada entidad tendrían mayores incentivos en presionar por la reforma educativa, porque eso garantizaría una mejor cobertura para preescolar.
Así se podría quebrar el pacto entre los gobernadores y el sindicato magisterial para que nada cambie. El éxito del proyecto dependería de la capacidad del gobierno federal para no ceder a presiones de estados que no han reformado nada, pero exigen una bolsa de lana. El modelo ideal de reforma educativa pondría a concursar una escuela con otras en su zona. El esquema aquí presentado no es ideal, pero al menos se imponen criterios de competencia y meritocracia entre los sistemas educativos estatales. ¿A los gobernadores les gustará la competencia?