La iniciativa impulsada por el senador Ricardo Monreal que pretende modificar la Ley de Banco de México traerá consigo graves consecuencias para la autonomía del Banco Central y abrirá la puerta a la posibilidad de que se incorporen a las reservas internacionales dólares de procedencia ilícita. La iniciativa, ya votada por el Senado y esperando la aprobación de la Cámara de Diputados, es un punto de quiebre para la solidez de las instituciones mexicanas y para el correcto manejo financiero de esa nación. De ser aprobada, la señal que manda es de la intención del ejecutivo de vulnerar la autonomía del banco central, el deseo de controlar absolutamente todo sin respeto alguno de la prudencia monetaria que cualquier país requiere.
Escudándose en una motivación cercana al corazón del presidente —los migrantes y las remesas que envían al país y que han sido de suma importancia en estos años de crisis económica— los cambios propuestos responden más a intereses particulares que a una necesidad real. No se sostienen los argumentos esgrimidos en el planteamiento de la iniciativa con lo que verdaderamente sucede. ¿Qué gana el presidente si apoya los cambios? ¿Qué ganaron los senadores al votarla a favor? Son preguntas a las que todavía no encuentro respuesta, porque lo que es claro es que el país pierde. Pierde certeza, pierde confiabilidad y pierde respetabilidad.
Expliquemos el esquema actual y el cambio propuesto. Hoy por hoy, cuando ingresan dólares al país y requieren ser cambiados por pesos —por ser la moneda de curso legal—, los tenedores del efectivo acuden a una institución bancaria, bancos o casas de cambio, y los intercambian por moneda nacional. Las instituciones financieras tienen la obligación de seguir ciertos procedimientos para evitar, o al menos dificultar, el lavado de dinero. ¿Quién trae dólares en efectivo al país? En primer lugar, el turismo. También los migrantes, pero la forma en la que estos envían sus recursos al país ha cambiado de forma significativa en los últimos años. México ya no es el país de los años setenta u ochenta en el que los migrantes mandaban a sus familiares los dólares que recibían “del otro lado” por correo o con sus parientes cuando venían al país una vez al año. Hoy, los expatriados usan transferencias electrónicas que no solo les permite inmediatez en la operación, sino que les evita el costo asociado con la inseguridad de mover efectivo.
Solo un 1% de las remesas, según ha calculado el propio Banco de México, entra hoy en efectivo; un 99% lo hace vía electrónica. Entre enero y septiembre de este año, se recibieron casi 30.000 millones de dólares en remesas por transferencias. En efectivo se recibieron 200 millones de dólares.
Aparte del turismo y algo en remesas, ¿de dónde más vendrían los dólares en efectivo que entran al país? De actividades ilícitas, cabe presumir. Narcotráfico, principalmente. Son esos los dólares que tienen, con razón, más dificultades para entrar al sistema financiero. ¿Cuántos dólares ingresan a México de esta forma? No hay manera de saberlo con certeza, por obvias razones.
Una vez que las instituciones financieras captan los dólares en efectivo procuran utilizarlos en las operaciones propias del banco o de la casa de cambio que los haya captado. Sin embargo, existe la posibilidad de que dólares captados no sean utilizados. Los bancos comerciales tienen acuerdos de corresponsalía con bancos extranjeros para repatriar esos dólares, usualmente a Estados Unidos. Claro, para mantener esos acuerdos de corresponsalía, los bancos mexicanos tienen que cumplir con estrictos requisitos que evidencien los controles que observan para prevenir el lavado de dinero. Si un banco no es lo suficientemente responsable con los requisitos que marca la ley, es probable que pierda el convenio con su banco corresponsal.
En lo que va del año, las instituciones financieras han captado alrededor de 4.732 millones de dólares en efectivo. Han usado en sus operaciones habituales 744 millones y han repatriado 3. 887 millones a través de los acuerdos mencionados. Solo 102 millones de dólares no han podido ser regresados a su país de origen. En el último par de años solo una institución de crédito ha acumulado más de 10 millones de dólares en sus existencias. Es decir, la acumulación de dólares en efectivo no es un problema generalizado del sistema financiero mexicano. Sí lo es exclusivamente de una institución.
La iniciativa presentada propone que esos dólares “excedentes”, esos que no pueden ser repatriados pasen a formar parte de las reservas internacionales, obligando a Banco de México a adquirir los dólares sobrantes a las instituciones financieras. En el balance de cualquier banco central, las reservas internacionales forman parte de los activos. En el lado de los pasivos se encuentra principalmente el efectivo; es una obligación del banco central que el efectivo sirva como medio de cambio. Al ser un balance contable, cualquier cambio en el activo afectará la conformación del pasivo. Las cuentas tienen que cuadrar.
Banco de México, para poder lograr su objetivo constitucional de mantener el poder adquisitivo de la moneda, decide el monto y la forma necesarios para integrar las reservas. La autonomía del Banco le permite conducir la política monetaria sin supeditarse a otro tipo de cuestiones o intereses. La reforma propuesta pretende incidir en el monto y en la forma de las reservas internacionales afectando, sin ninguna duda, la autonomía de principal institución monetaria del país.
Más allá de la intromisión y el juego con la autonomía del banco central, con esta reforma se fomentaría un relajamiento de los controles preventivos del lavado de dinero dado que el comprador de última instancia de dólares potencialmente de procedencia ilícita sería, por esta ley, el Banco de México. La principal institución monetaria del país estaría expuesta al lavado de dinero. Dudo que exista una señal más nociva que esta.
El presidente López Obrador ha reiterado su intención de respetar la autonomía de Banco de México. Parece que en esta ocasión, mediante una narrativa bucólica —a favor de los familiares de migrantes que tienen dificultades para cambiar los dólares que reciben—, lograron convencerlo de un cambio sin precedentes. De concretarse el proyecto, la afrenta a la autonomía del Banco Central sería clarísima. Se abriría la puerta a que la principal institución monetaria del país, que se ha ganado a pulso el respeto que se le tiene, sea investigada por darle cabida a dinero no de migrantes, sino de negocios ilícitos.
Llama la atención la nula atención —el debate fue prácticamente inexistente— que pusieron los senadores al aprobar una reforma que pone en riesgo la estabilidad y la reputación financiera de todo el país. Uno puede escoger ser ingenuo y pensar que se votó así por no entender el funcionamiento de un banco central. Pero a estas alturas, ya es difícil ser ingenuo. Quién sabe qué presiones o acuerdos haya atrás.
Está ahora en manos de los diputados frenar este error. Empezar a jugar con la autonomía de Banco de México, además de demoler la reputación y la respetabilidad de las reservas internacionales mexicanas, no llevará a ningún buen puerto. Será, sin duda, un punto de quiebre. No uno cualquiera, sino uno con graves consecuencias para el país.
Publicado por El País
13-12-2020