La semana pasada, el IMCO presentó junto con KIIK Consultores la tercera edición del estudio Mujeres en las Empresas cuyos resultados muestran, en resumen, el lento, lentísimo avance del crecimiento profesional de las mujeres en las empresas mexicanas y su baja representación en puestos directivos y en consejos de administración.
Al evento en el que se presentó el estudio asistieron, como era de esperarse, gran mayoría de mujeres. Del total de asistentes, únicamente 9.7% eran hombres, a pesar de que la convocatoria fue pública y estuvieron invitados tanto hombres como mujeres en la misma proporción. Maribel Quiroga, socia de KIIK y aliada en estos temas, al dar sus palabras introductorias narró cómo la semana previa alguien le había comentado que para qué hacíamos estos estudios, que a nadie le importaban.
Afortunadamente no todo mundo piensa igual que la persona que le externó ese comentario a Maribel. Ayer, el Premio Nobel de Economía, concedido por el Banco Central de Suecia, fue otorgado a Claudia Goldin, economista estadounidense que ha centrado sus estudios en la participación laboral de las mujeres, en la brecha de género en materia de ingresos y en la forma en la que la integración --o falta de-- entre la vida familiar y la carrera laboral dificulta el avance profesional de las mujeres. Goldin analiza principalmente las condiciones del mercado laboral estadounidese desde una perspectiva histórica que abarca también factores educativos y de acceso a tecnologías, incluyendo la píldora anticonceptiva.
En México todavía estamos a una enorme distancia de contar con la información necesaria para entender mejor qué pasa con las carreras profesionales de las mujeres porque, a pesar de tener más estudiantes femeninas en educación terciaria, su participación en las empresas -por lo menos en las empresas de las que tenemos algo de información- es menor a 50%. Poco a poco, al avanzar en sus carreras, y en las jerarquías laborales, las mujeres van abandonando el mercado laboral y su vida profesional. Al abandonar ambas, dejan de lado también la posibilidad de tener independencia económica y el poder de tomar decisiones que viene aparejado.
Seguramente, como en todos los temas complejos, el problema es multifactorial. La maternidad debe de jugar un papel importante, al igual que la falta de un sistema de cuidados o de licencias de paternidad y maternidad suficientes. Pero no deben ser, ni de cerca, las únicas causas. La falta de flexibilidad laboral, así como la nula comprensión de que la realidad de las mujeres con hijos es distinta a la de los hombres, complica más el panorama. Algo pasa también dentro de las familias que desde la crianza se empieza a limitar el poder de decidir de las mujeres. Y algo pasa también con todos los aliados de la causa que en realidad están más comprometidos con decir que son aliados que con la causa misma.
En el estudio mencionado, el IMCO se topó, aparte de con datos incompletos o mal reportados, con historias que lo ejemplifican. Empresas comprometidísimas con la equidad de género que juran no tener brecha de ingresos, pero que simplemente no la miden. Empresas que dicen tener políticas de equidad maravillosas, pero que no las tienen por escrito. También hay desde luego empresas que más allá de lo que digan no tienen a una sola mujer ni en los puestos directivos ni en los consejos de administración.
Me da un gusto enorme que Goldin haya recibido este reconocimiento. De alguna manera nos muestra que sí hay a quién le importa el tema, aunque sea en Suecia.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
10-10-2023