La pandemia por COVID-19 cambió drásticamente la dinámica social. Las pérdidas económicas y los efectos en el sector salud son incalculables, pero ¿qué hay sobre las consecuencias en el aprendizaje de niños y jóvenes, y las estrategias de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para amortiguar la caída?
El cierre de escuelas en México desde el 20 de marzo de 2020 se debió a un plan de acción para contener el número de contagios en todos los planteles, pero al mismo tiempo implicó el diseño de una estrategia basada en el uso de tecnología y el apoyo de padres y madres de familia en casa para ayudar a sus hijos a seguir aprendiendo.
Hasta antes del inicio de la pandemia, el país atravesaba por una crisis global de aprendizajes según las mediciones internacionales. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en los resultados de la prueba PISA 2018 el 35% de los estudiantes de México no obtuvieron el nivel básico en las áreas de matemáticas, lectura y ciencias.
En términos de deserción escolar, los estudiantes de educación media superior mostraron importantes problemas. Información de los últimos reportes del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) revelaron que, a nivel nacional, poco más de la mitad de los jóvenes lograron concluir su bachillerato en 2018. Esta cifra es menor en entidades como Oaxaca, Guerrero y Veracruz.
Ambos problemas -la falta de aprendizaje y la deserción escolar- no están aislados como efectos de la pandemia, incluso existe el riesgo de que estos se agraven. Esteban Moctezuma, secretario de Educación Pública, ha hecho énfasis en que el ciclo escolar no se perderá, pero ¿ello implica que se logren los aprendizajes esperados? Para asegurarse de que así sea, es necesario hacer uso de plataformas existentes y fortalecer el vínculo docente-estudiante-familia para que sea oportuno el acompañamiento y monitoreo del proceso de aprendizaje.
Con la puesta en marcha de “Aprende en casa”, las autoridades educativas optaron por un modelo enfocado en la enseñanza a través de la televisión. Es importante reconocer esta buena decisión, ya que, con la infraestructura actual, un modelo de clases en línea corre el riesgo de abrir más la brecha entre estudiantes, debido a la falta de conectividad a internet en gran parte del país o la disposición de una computadora, lo que afectaría más a los alumnos vulnerables de regiones alejadas.
El contexto está cambiando y la pandemia nos obliga a generar nuevas estrategias de enseñanza. En un instante, los padres de familia tuvieron que convertirse en docentes y los maestros, aprender a organizar videollamadas con más de 30 alumnos o grupos de WhatsApp para intentar llevar el control de tareas.
A partir de ahora, las autoridades deben asegurarse que los contenidos curriculares lleguen a toda la población escolar, especialmente a los que habitan en comunidades alejadas. A su vez, se debe considerar la posibilidad de implementar mecanismos de reforzamiento escolar como horas de aprendizaje extras o talleres de regularización, mismos que ya se deberían comenzar a diseñar. Y, por supuesto, garantizar que cada niño y jóven que está aprendiendo ahora desde su hogar, regresará a la escuela para no convertirse en una cifra más de deserción.
Construir una educación inclusiva en tiempos de crisis es un desafío enorme, especialmente para países como México. Los resultados al término de ciclo escolar, sobre lo que se aprendió desde casa, serán un referente importante de lo que se debe mejorar. También se deben generar planes para resolver el grave desafío de conectividad en las escuelas del país y diseñar nuevas estrategias para fortalecer el sistema educativo con ayuda de la tecnología.
Publicado por Animal Político
13-05-2020