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Cuentos de Niños

El deporte favorito de los políticos es proponer gastar más. Nunca he escuchado a un político recomendar gastar menos. Con esa mentalidad nos quemamos enterita la renta del petróleo. Aunque muchos advirtieron con fundamentos que era insostenible el ritmo de producción que nos permitió el lujo de gastar más sin cobrar más impuestos, la advertencia se ignoró airadamente. 

El destino nos alcanzó. Mientras que en 1999 el patrimonio de Pemex era de unos 3,500 pesos por mexicano, hoy cada uno de nosotros debemos 600 pesos por concepto del patrimonio negativo de la empresa. Entre 1999 y 2009, la producción por habitante cayó 22% al pasar de 11 barriles por mexicano a 8.6 barriles. En el mismo periodo las reservas totales por persona cayeron 22% y las reservas probadas 48%.

No hay vuelta de hoja, los impuestos tendrán que subir y el gasto deberá racionalizarse. Sin embargo, nadie habla de lo uno ni de lo otro en la prematura contienda presidencial. Por el contrario, todo mundo tiene ideas geniales de cómo reducir impuestos y gastar más. El ejemplo más reciente es el cuento de los famosos ninis y el heroico esfuerzo para apartar a los jóvenes ociosos de la delincuencia y la drogadicción mediante la propuesta de “Ley al Fomento del Primer Empleo” que reparte beneficios fiscales a quienes empleen jóvenes sin experiencia.

¿Cuál generación perdida?

Los últimos datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo demuestran que la idea de una supuesta “generación perdida” es una vacilada. La generación aludida no está más ociosa que generaciones de más edad ni tampoco estudia menos ni trabaja menos que los jóvenes de generaciones anteriores. Aunque es cierto que cerca de 21% de los jóvenes entre 15 y 24 años de edad no estudian ni trabajan,  ese porcentaje era de 27% hace diez años y de 29% hace 20 años. En los grupos de edad mayores al de los ninis, de 25 a 34 años, de 35 a 44 años y de 45 a 54 años el porcentaje de desocupación es de 29%, 27% y 31% respectivamente.

El cuento de que el gobierno deba gastar para detonar empleos y para proveer más oportunidades para una generación perdida no tiene pies ni cabeza, sobre todo cuando el supuesto problema que se busca resolver no tiene sustento en la realidad.