Opinión

El chiste de la deliberación

FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

La apatía política, la desinformación y la toma de decisiones a título personal son denominadores comunes de la política actual. En un país donde la organización política está dividida en tres poderes, pareciera que las decisiones importantes recaen solo en el Presidente. La ciudadanía ha olvidado la importancia de los órganos legislativos y que la deliberación y la representación son parte fundamental de un sistema político que aspira a ser democrático.

En los últimos años, diversas instituciones se han convertido en las depositarias de la confianza de amplios sectores de la ciudadanía. En fechas recientes, los ciudadanos y ciudadanas han defendido en las calles a instituciones como la Suprema Corte, el INAI o el INE. La responsabilidad de casos como la despenalización del aborto, el desabasto de medicamentos, la protección de la transparencia o la defensa del sistema electoral han recaído en ellas. Esta confianza, sin embargo, conlleva altos costos democráticos y representativos.

Pero la confianza no basta. La deliberación y la representación tienen un rol irremplazable en los sistemas democráticos. Tal es el caso que incluso la Corte ha invocado el principio de deliberación democrática en las decisiones sobre la inconstitucionalidad del Plan B. La Corte ha dicho que los órganos legislativos, antes de ser órganos que toman decisiones, son órganos que deben deliberar. Debido a las afectaciones a este principio durante el proceso legislativo, el Plan B fue declarado inconstitucional.

Los ciudadanos estamos en posición de exigirles a nuestros representantes que hagan lo que está en su nombre: representar nuestros intereses, preocupaciones y prioridades. Por tanto, acudimos a instancias como la Suprema Corte para que, en su función de contrapeso, balancee los excesos de un Poder Legislativo que parece responder más a los caprichos de una persona que a la voluntad popular.

Los excesos cometidos por los legisladores se deben, en buena medida, a la ausencia de una deliberación. Entonces, ¿qué implica que nuestros congresos sean deliberativos? Este concepto es algo más que un mero recurso retórico que sirve para invalidar una ley. En realidad, si nos tomamos en serio la democracia, la deliberación es un elemento que no puede faltar. Es un ideal al que debemos aspirar.

La deliberación es una parte esencial del proceso legislativo. La deliberación permite que los congresos lleguen a mejores decisiones a través de argumentos, diálogo, igualdad e inclusión de las personas potencialmente afectadas. Una decisión que se toma a través de un proceso deliberativo no solo tiene mayores probabilidades de ser más eficaz sino que tiene un mayor grado de legitimidad al tomar en cuenta las opiniones de todas las personas. No importa si perteneces a la mayoría o a una minoría, cuando la deliberación se toma en serio tu punto de vista será escuchado.

Publicado en Animal Político. 

06-07-23