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El país de las MiPyMes

Entre la información casi inagotable proporcionada por la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares y la subsecuente estimación de pobreza que generó el Inegi se ha hablado poco de los Censos Económicos también recientemente publicados. Los censos dan un retrato minucioso de la estructura económica del país.

Los censos confirman lo que ya intuíamos: México es, sobre todo, un país de mipymes. En 2024, cuando se levantó el censo, había 5,468,180 unidades económicas, personas físicas o morales que, establecidas en un lugar fijo y delimitado, tienen como propósito la producción o comercialización de bienes o servicios.

Nueve de cada diez establecimientos son micro, pequeños o medianos negocios, es decir, emplean entre 0 y 250 personas. Representan más del 99% de las unidades económicas registradas en el país. Son las tienditas de la esquina, los talleres mecánicos, los salones de belleza, los restaurantes, las pequeñas fábricas y las startups emergentes. Son también los negocios que más trabajo generan y al mismo tiempo los más frágiles frente a choques económicos, falta de crédito y ausencia de políticas públicas. Son los que tienen estructuras más flexibles y también las más expuestas a la extorsión del crimen organizado.

Las microempresas —las que tienen entre cero y 10 trabajadores— concentran la gran mayoría del empleo, pero en condiciones de menor productividad. Del total de unidades económicas, casi 95% son micro, emplean a 41.4% de la población ocupada y generan únicamente 16.1% del valor agregado.

En contraste, las grandes empresas —con más de 250 trabajadores—, aunque representan apenas 0.2% de las unidades económicas, emplean a 29% de las personas ocupadas y generan una parte sustancial del valor agregado, el 54.2%. Son las grandes las que concentran la capacidad de exportar, innovar y competir globalmente.

¿Cómo lograr que las mipymes sean más productivas, más formales y tengan mayor acceso a financiamiento y tecnología? Es común escuchar argumentos a favor del “fortalecimiento” de las mipymes porque es en ellas donde se concentra la mayor parte del personal ocupado. No me queda claro, sin embargo, el argumento a utilizar. Supondría que el objetivo de una micro empresa será convertirse eventualmente en una pequeña, luego en una mediana y una forma de evaluar el éxito del emprendedurismo de origen se dará cuando la micro empresa se convierta en una grande.

Más que fortalecer a una mipyme habría que permitirles crecer, quitar los obstáculos, garantizar el estado de derecho en el que operan, preparar a la población mediante una política educativa sólida, y permita condiciones de competencia en las que puedan prosperar.

El reto está en reconocer que las mipymes son el centro del sistema económico mexicano y que, sin el apoyo preciso, seguirán atrapadas en un círculo de baja productividad y alta vulnerabilidad. Los censos muestran, por ejemplo, que la digitalización avanza, pero a paso lento: apenas una fracción de los pequeños negocios usa internet para vender o gestionar sus operaciones.

Si de verdad queremos detonar el crecimiento económico, la política pública debería replantearse el apoyo a las mipymes. Hacen falta marcos regulatorios más simples, financiamiento accesible, programas de capacitación y una infraestructura digital que no las deje rezagadas. México es un país de mipymes. La pregunta es si seremos capaces de convertir esa realidad en una fortaleza y no en un lastre.

@ValeriaMoy

Publicado en El Universal

19-08-2025