El viernes pasado el Inegi confirmó lo que ya se esperaba. La actividad económica se contrajo 0.2% durante el tercer trimestre del año en su comparación trimestral, es decir, frente a los tres meses previos. Justo es esa comparación la relevante cuando queremos medir la velocidad de la recuperación. La magnitud de la caída que tuvimos durante el 2020 ameritaba una recuperación sólida durante todo 2021. Esa solidez no la estamos viendo y sí, en cambio, tenemos todas las señales de un freno en la actividad económica.
Ya se empiezan a dar, a partir de este dato, recortes en las estimaciones de crecimiento para todo el año y algunos ajustes también para lo que se espera en 2022. La encuesta de especialistas de Banco de México publicada ayer mostró, por primera vez en más de un año, un recorte a las estimaciones, pasando de 6.15% de crecimiento esperado en septiembre a 6% en octubre.
El jueves, un día antes a la publicación del dato correspondiente a México, Estados Unidos sorprendió con un crecimiento de 0.5% trimestral, menor a lo esperado. La tasa anual (tercer trimestre de este año contra tercer trimestre de 2020) fue 4.9%. La de México correspondería a 4.8%. Dadas las caídas de ambas economías el año pasado y el ritmo de recuperación que muestran, Estados Unidos se recuperará del choque pandémico este mismo año, mientras que México tendrá que esperar al año que viene, si bien nos va.
En Estados Unidos, el choque en las cadenas de suministro y los cuellos de botella que se están viviendo explican en parte el freno del crecimiento. La escasez de contenedores y de semiconductores no es únicamente un fenómeno de un incremento repentino y no previsto en la demanda de los consumidores asiáticos y norteamericanos. Es más bien un movimiento en una estrategia geopolítica por el liderazgo global entre Estados Unidos y China. Detrás de esa escasez que detiene el comercio internacional hay conflictos que escapan a una explicación sencilla.
Otra parte del freno la explican los enormes desequilibrios que se están dando en el mercado laboral de ese país. Hay millones de trabajadores que están reevaluando sus empleos y las condiciones laborales que tienen. Además, la pandemia ha evidenciado serios problemas en la sociedad norteamericana entre ellos el de cuidado infantil que sigue dificultando el regreso de las mujeres al mercado laboral.
En México, el decrecimiento del PIB se dio por la caída en las actividades terciarias, en las que se concentra alrededor de 64% de la producción del país. Ese sector decreció 0.6%, principalmente debido a la caída de 31.4% en “servicios a las empresas”, rubro en el que se cuenta la subcontratación. Todo parece indicar que, hasta el momento, la reforma al outsourcing no ha logrado que todos los trabajadores que se encontraban en ese esquema sean recontratados de otra forma.
Pero la caída del PIB no la podemos atribuir únicamente a ese factor. Al ver los datos de consumo y de inversión sabemos que mientras éstos no se reactiven el PIB no podrá tomar la senda deseada y la recuperación del PIB per cápita se irá postergando. Y éstos no se reactivarán mientras se siga generando desconfianza e incertidumbre sobre el rumbo que lleva el país.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
02-11-2021