Opinión

Fondos de estabilización

FOTO: CRISANTA ESPINOSA AGUILAR/CUARTOSCURO.COM

Son distintos los nombres con los que conocemos las herramientas de ahorro más importantes para el marco fiscal mexicano. Desde el nombre que reciben de acuerdo con la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que los denomina fondos de estabilización, pasando por la literatura teórica al respecto, donde forman parte de herramientas conocidas como estabilizadores automáticos, hasta la referencia más coloquial que usamos para que la mayoría de las personas tenga una idea de su propósito: los guardaditos.Dentro del diseño de la política fiscal de México se ha ido perfeccionando su arquitectura para que funjan como herramientas de administración de riesgos. Los más conocidos entre ellos son el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) y el Fondo de Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF). Ambos pensados, como ocurre con el guardadito de muchas familias, para enfrentar momentos difíciles, que en el contexto del gobierno federal debemos asociar con las caídas abruptas en los ingresos presupuestarios, o con las presiones significativas al alza sobre el gasto no programable reservado para transferir recursos a las entidades federativas.

En el caso del FEIP, aunque sus siglas no han cambiado, su nombre sí lo ha hecho. En un inicio estuvo diseñado para contener las variaciones que el precio del petróleo ocasiona sobre los ingresos petroleros, ya que aquel entonces el tamaño de la renta petrolera dentro de los ingresos federales era cercano, o incluso superior, al 40% del total. La creación del fondo tenía como propósito tener un “colchón” para aliviar las presiones a la baja sobre los ingresos en caso de observarse una caída abrupta en los precios del petróleo.

Con el tiempo evolucionó de la mano de la composición de los ingresos. Particularmente con la reforma hacendaria de 2014, el objetivo fue rediseñar el fondo de estabilización para que no solo contuviera caídas en el precio del petróleo, sino también en la actividad económica. De esta forma pasó de ser un fondo enfocado en los ingresos petroleros para convertirse en una herramienta de contención para cambios drásticos en los ingresos presupuestarios, esto es, tanto petroleros como tributarios.

Es cierto que su valor acumulado fue modesto en comparación con las herramientas de otros países, rozando por momento un saldo equivalente a 1.5% del PIB, sin embargo, su valor simbólico era mucho más relevante. México, como país emergente, contaba con un mecanismo para contener choques adversos tanto en el precio internacional del petróleo como en la actividad económica, ya sea por dinámicas internas o externas. Poco se comenta, pero fue un mecanismo de fortaleza fiscal indispensable para hacerle frente al riesgo que representaron la candidatura y presidencia de Donald Trump sobre el crecimiento económico por la posibilidad de que cancelara el TLCAN.

Asimismo, el FEIP ha ejercido un papel clave en la estrategia de coberturas petroleras que el gobierno federal contrata para asegurar un nivel mínimo de ingresos petroleros. De entrada, ha financiado el programa de cobertura financiera para adquirir opciones en los mercados financieros que permitan garantizar que el supuesto del precio del petróleo empleado en el presupuesto federal tenga un sustento ante diferentes escenarios. Pero también ha sido útil para complementar dicho programa con una cobertura propia, debido a que cada vez resulta más complejo y oneroso para el gobierno mexicano operar el programa únicamente con los instrumentos financieros.

Como complemento, el diseño del FEIEF tiene como propósito apoyar las presiones sobre el gasto no programable. Ya hemos comentado en este espacio que los cambios en el precio del petróleo y la actividad económica producen efectos sobre el monto de las participaciones que la Federación paga a las entidades y los municipios, de tal forma que ante cambios abruptos en estas variables se crean presiones adicionales de gasto, pero el FEIEF contribuye a suavizar el impacto evitando que el gobierno tenga que pedir prestado para financiar ese mayor gasto.

Existen otros elementos que debemos tener en cuenta: reglas para aportar dinero a este ahorro, mecanismos para hacer retiros y los montos máximos que se pueden acumular en cada caso. Lo que es cierto es que, hasta ahora, gracias a su diseño, las finanzas públicas del país han tenido un soporte fundamental para hacerle frente a dos periodos de crisis económica y uno de caída severa en precios: la Crisis Financiera Global de 2008-2009, la caída abrupta en precios del petróleo en 2014-2015 y la crisis por la pandemia del Covid-19 en 2020-2021. Por esa razón debemos pensar seriamente en las reglas que hoy tenemos para acumular más recursos en los fondos, no en extinguirlos: su valor está en el beneficio que pueden aportarnos cuando nos toque enfrentar la próxima crisis de precios o de actividad económica. Mientras más robusto y transparente sea su diseño, tendremos mejores elementos para hacerle frente a tales escenarios.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad del autor y no representan la postura institucional.

Publicado en El Financiero.

22-02-2024