Opinión

Gas natural: lecciones desde Europa para México

Por: Jesús Carrillo, director de Economía Sostenible, y Oscar Ocampo, coordinador de Energía

La invasión de Rusia a Ucrania en 2022, junto con la recuperación post-pandemia del covid-19 y las políticas de cero contagios en China, han generado un entorno económico global convulso. El impacto en los mercados energéticos se reflejó en una alta volatilidad del precio del gas natural, especialmente en Europa, con incrementos constantes durante los primeros meses del conflicto.

Sin embargo, a pesar de la expectativa de una presión al alza en los precios con la llegada del invierno, la infraestructura de almacenamiento que existe en los países europeos ha permitido acumular inventarios y llegar mejor preparados a las vísperas de la temporada más fría del año. Con ello se ha logrado reducir la expectativa de nuevos incrementos significativos, como refleja el precio de los futuros de gas natural en la Unión Europea, que pasaron de 345 a 132.7 euros por megawatt hora en menos de tres meses.

Con aproximadamente 95% de su capacidad de almacenamiento en uso, la Unión Europea ofrece valiosas lecciones para México. Una economía intensiva en gas natural, combustible esencial para las actividades industriales y con el cual se genera aproximadamente el 60% de la electricidad que se consume en el país, no puede darse el lujo de no contar con infraestructura competitiva de almacenamiento.

Actualmente el país cuenta con únicamente 2.4 días de almacenamiento en tres instalaciones de gas natural licuado en Altamira, Ensenada y Manzanillo, que -además- no están diseñados propiamente como reserva estratégica, sino para importaciones. La cifra de México está muy por debajo de las principales economías de Europa como Francia (98.8 días), Italia (93.8 días), Alemania (89 días) o España (34.2 días).

Además de los tanques de gas natural licuado, existen tres principales alternativas para almacenar el gas natural: yacimientos de hidrocarburos agotados o económicamente inviables (tecnología más común a nivel mundial), acuíferos confinados, y cavernas salinas (utilizado mayormente para la comercialización de corto plazo por sus alto potencial de inyección y extracción de gas).

México tiene la ventaja de que cuenta con recursos naturales abundantes y propicios para apostar por estas alternativas, y no es necesario partir de cero, pues en 2018 la Secretaría de Energía (Sener) publicó la “Política pública en materia de almacenamiento de gas natural“, que aspiraba a promover el desarrollo de infraestructura para alcanzar 5 días de inventarios en 2026. Incluso se lanzaron las bases para licitar los primeros yacimientos de hidrocarburos agotados para almacenamiento de gas, usando los campos Acuyo, Brasil, Jaf y Saramako.

Un primer paso hacia el desarrollo de infraestructura de almacenamiento en el país sería que la Sener actualice esta política a partir de la demanda actual y explore qué otros yacimientos son técnica y económicamente viables para este tipo de instalaciones. A partir de ello, evaluar las alternativas de financiamiento público y privado para proceder con la implementación de dicha política.

El mayor riesgo a la seguridad energética de México está en el gas natural, en parte por su uso tan intensivo y en industrias críticas como la generación de electricidad, pero también por el hecho de que nuestras provisiones dependen en gran medida de la oferta de gas estadounidense. Es por eso que el costo de estos proyectos es mucho menor que el de estar expuestos a interrupciones prolongadas en el suministro. Si queremos dimensionar la relevancia del almacenamiento para la seguridad energética y la competitividad, basta voltear y ver hacia el otro lado del Atlántico.

Publicado en Animal Político.

01-12-2022