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La integración regional no se sostiene sin seguridad

FOTO: CARLOS SÁNCHEZ COLUNGA/CUARTOSCURO.COM

En octubre de este año comenzará la revisión del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) para extender su vigencia actual por 16 años. De no lograrse un acuerdo, las partes se reunirán anualmente para evaluar su funcionamiento hasta su vencimiento original en 2036.

A cinco años del T-MEC, el comercio trilateral ha aumentado en un contexto global incierto: entre 2019 y 2024 las exportaciones de México a Estados Unidos y Canadá crecieron más del 30 %, según datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Además, ha cobrado importancia fortalecer la cooperación regional en seguridad, especialmente en la frontera norte.  Éste interés responde a la crisis de los opiáceos en Estados Unidos, a  la integración de las cadenas productivas y el creciente número de estadounidenses y canadienses que residen en México.

El presidente Donald Trump ha utilizado la amenaza de aranceles como presión para frenar el flujo de productos ilícitos y migrantes. La presidenta Claudia Sheinbaum ha mostrado disposición a colaborar en temas de seguridad con el despliegue de miles de miembros de la Guardia Nacional en la frontera haciendo que el presidente estadounidense moderara algunas de sus amenazas.

Recientemente, la presidenta Sheinbaum declaró que un acuerdo de seguridad que abarque un intercambio de inteligencia y el combate al tráfico de armas y fentanilo podría firmarse pronto.

Ante la revisión del T-MEC, México debe impulsar la competitividad en sectores estratégicos y colocar en la agenda la gestión de riesgos de infraestructura crítica, estableciendo protocolos trinacionales en tres áreas claves: seguridad física, ciberseguridad y eventos climáticos extremos.

La infraestructura crítica -como las centrales eléctricas, el transporte aéreo, las telecomunicaciones y los sistemas bancarios- es esencial para la estabilidad social y económica de un país. Un fallo en estas puede tener consecuencias graves para la seguridad nacional y el bienestar de la población.

Debido a la geografía y la integración económica, en América del Norte los riesgos están interconectados. Un ciberataque en un país puede tener efectos devastadores en los otros dos. Por ejemplo, una interrupción en un puerto o el hackeo de los sistemas de una aerolínea puede paralizar las cadenas regionales. Protocolos conjuntos permitirían coordinar respuestas ante crisis, intercambiar información en tiempo real y fortalecer la resiliencia regional ante amenazas compartidas.

En seguridad física, se requiere proteger infraestructuras críticas como centrales eléctricas, ductos, aeropuertos y autopistas de amenazas como el sabotaje o la delincuencia organizada. Cada año, grupos criminales roban miles de millones de pesos en carga, afectado rutas nacionales y exportaciones hacia el norte.

La ciberseguridad debe enfocarse en proteger las redes de control, telecomunicaciones y servicios financieros. Un ejemplo reciente: un ciberataque masivo en Estados Unidos hizo que los sistemas de aerolíneas se cayeran, provocando que todos los vuelos fueran cancelados por casi una hora y afectando así a cientos de pasajeros en vísperas de Navidad.

Además, los eventos climáticos extremos como inundaciones, incendios forestales y sequías representan un riesgo creciente. Las inundaciones en Texas, por ejemplo, pueden tener impacto directo en el norte de México, ya que en el pasado se han registrado inundaciones repentinas que cruzan la frontera y terminan afectando ciudades mexicanas cercanas.

Incorporar la gestión de riesgos en infraestructura crítica a la agenda comercial fortalecería la integración económica y  prepararía a la región para responder a amenazas compartidas. El éxito del Plan México y de la revisión del T-MEC dependerá de que México actúe como un socio confiable y estratégico en un entorno global cada vez más incierto.

Marco Antonio Gutierrez Rosales

Publicado en Animal Político

14-08-2025