Los números de pobreza en México son parte intrínseca de las campañas electorales. Pocas personas han entendido el poder narrativo de esos números y porcentajes como el presidente López Obrador. Recuerdo en la campaña presidencial de 2018 cómo intelectuales y académicos que entendían perfectamente la evolución y el contexto de dichas cifras, las utilizaban argumentando a favor de su candidato.
Empieza ya el mismo fenómeno. Discutimos si el número de personas en situación de pobreza ha aumentado o disminuido, si los programas de transferencias han servido para disminuirla y si el nuevo diseño de estos —en efectivo y sin condiciones— sirve más de lo que podrían haber servido programas previos usualmente condicionados.
La pobreza multidimensional, su definición es la más utilizada en México, se calcula cada dos años a partir de la Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares que lleva a cabo el Inegi. La encuesta describe cuántos recursos ingresan a las familias mexicanas, sus fuentes y en qué se gastan. También proporciona información sociodemográfica de las familias. Esa encuesta, compleja, se levanta en años pares y años nones se publican los resultados.
La ENIGH más reciente se levantó en el tercer trimestre de 2022 y sus resultados se conocerán a mediados de este año. La previa se levantó entre el 21 de agosto y el 28 de noviembre de 2020, en una de las etapas más duras de la pandemia, en la que México no solo vivía la crisis sanitaria en sí, sino el choque económico más fuerte en la historia reciente. Los resultados de esa encuesta, presentados en 2021, mostraron un incremento de 3.8 millones de personas en situación de pobreza y de 2.1 millones de personas en pobreza extrema, respecto a 2018. Había, en 2020, 55.7 millones de personas en situación de pobreza y 10.8 millones en pobreza extrema.
Ese dato, el correspondiente a 2020, es el más reciente de pobreza multidimensional que tenemos. El otro, el de 2022, lo conoceremos en varios meses. Si seguimos argumentando sobre ese 3.8 millones adicionales de personas en situación de pobreza traemos un rezago en los datos de casi tres años. No debería de sorprenderle a nadie observar mejores números en el levantamiento de 2022.
La pobreza laboral —un indicador más débil— es más oportuno. Se calcula trimestralmente con datos de la ENOE que es menos precisa en la medición de los ingresos. Si usamos ese indicador —que mide el porcentaje de la población que no puede comprar la canasta alimentaria básica calculada por el Coneval— a inicios de la administración del presidente López Obrador se encontraba en pobreza laboral 40.7% de la población, equivalente a 50.5 millones de personas. Al tercer trimestre de 2022, 40.1% de la población, es decir, 51.6 millones de personas, se encontraban en pobreza laboral.
La pobreza laboral —y la multidimensional— se concentra en algunos estados, particularmente en el sur. Morelos, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas tienen a más de la mitad de su población en esa condición.
La evidencia está ahí. Lleva estándolo por décadas. Los programas de transferencias no han sido lo suficientemente efectivos para mitigar la pobreza. Han servido, y no es menor la distinción, como paliativo de la misma. Sin embargo, en época electoral unos y otros usan el dato a conveniencia, y unos y otros prometen más programas de transferencias cuyo uso es meramente electoral.
La pobreza, los datos nos lo muestran, no se combate así. ¿Habrá alguien dentro del ámbito político que no vea a la pobreza como herramienta y como botín electoral? Es duda.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
21-02-2023