La semana pasada tuvimos los datos de crecimiento de la producción tanto de Estados Unidos como de México para el segundo trimestre del año. En Estados Unidos la cifra fue ligeramente negativa, -0.2% al compararla con el trimestre previo, acumulando ya dos trimestres consecutivos decreciendo. En contraste, el crecimiento secuencial de México fue 1%.
La economía estadounidense se recuperó completamente en 2021, después del choque de 2020 y, a partir de sus cifras de inflación recientes, ya podemos decir que se sobrecalentó, en parte como resultado de los billones de dólares otorgados en programas de apoyo fiscal y de una política monetaria profundamente expansiva. Hoy es posible que los tomadores de decisión en materia económica en Estados Unidos deseen frenar la economía para contener la inflación. Ex post, es fácil criticar las políticas implementadas y la tardanza en comenzar a apretar los indicadores monetarios. Más allá de si Estados Unidos está o no en una recesión, la pregunta relevante será si las autoridades logran frenar la inflación sin detener abruptamente la economía perjudicando el empleo, el consumo y la inversión.
En México la situación es distinta. En 2021 el crecimiento económico estuvo lejos de recuperar lo perdido en 2020 y en 2019 y todavía no logramos recuperar el nivel de producción de 2018. Prácticamente no hubo apoyos fiscales para sondear el choque de la pandemia en 2020 así que no podemos hablar de un sobrecalentamiento. La inflación se encuentra en niveles no vistos en 20 años y sería más alta de no ser por los estímulos para mantener el precio de la gasolina relativamente bajo, estímulos regresivos que le cuestan a las finanzas públicas miles de millones de pesos a la semana. The Economist (Bello, 28 de julio) estima que esos estímulos le costarán a México cerca de 1% del PIB. En México, a pesar del deseo de frenar la inflación no se pretende frenar la economía que lo que necesita es justo lo contrario, un impulso, sobre todo en materia de inversión.
En ese contexto se da el dato de crecimiento del PIB. Una cifra de crecimiento mejor a la que se anticipaba, pero impulsada básicamente por el comportamiento económico de abril. Teniendo ya las cifras de los primeros seis meses del año, algunos bancos e instituciones han aumentado sus perspectivas de crecimiento económico para 2022. Por ejemplo, BBVA cambió su expectativa de 1.2% a 2%, básicamente por la dinámica del consumo en meses recientes. El Fondo Monetario Internacional realizó un aumento similar, de 2% a 2.4% en el ajuste más reciente. Sin embargo, en ambos casos la perspectiva para 2023 fue reducida. BBVA la redujo de 2.1% a 1.6% y el FMI la ajustó de 2.5% a 1.2%. Es decir, las condiciones del incremento para este año no son estructurales, ni le permitirán al país entrar en una senda de mayor crecimiento para completar la recuperación económica post pandemia, son más bien reacciones a un momento distinto que permitió a las familias adelantar consumo.
Es en este momento de desaceleración de la economía estadounidense, con las consecuencias que serán evidentes para la economía mexicana, que el presidente decide levantar dudas sobre la mayor certeza que ha tenido el país en materia económica de los últimos años: el tratado de libre comercio. Esa polvareda podrá ocasionar que la mejora de la perspectiva actual sea opacada por un choque aún sin dimensionar.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
02-08-2022