José, Carlos, Luis y Antonio son los nombres que más se repiten entre los miembros de los consejos de administración de las casi 200 empresas que cotizan en las bolsas de valores de México. Llegar a ocupar un lugar en el máximo órgano corporativo no solo refleja una trayectoria profesional consolidada, también otorga prestigio empresarial. Sin embargo, estos espacios siguen siendo predominantemente de hombres.
En México, apenas 14% de las sillas de los consejos son ocupadas por mujeres, lo que nos posiciona como el país con menos participación de mujeres en América Latina, según la OCDE. Lo preocupante es que esta cifra prácticamente no ha cambiado en los últimos cinco años, desde que el IMCO empezó la medición. En 2021 era 10%, y aunque hubo un ligero avance, el crecimiento se desaceleró en los dos últimos dos años. A este ritmo, la paridad tardaría casi dos décadas en llegar.
Todo esto ocurre en medio de un debate público cada vez más politizado. Por un lado, la Presidenta Sheinbaum ha hecho de la agenda de género una bandera permanente. ¿Un año será suficiente para ver cambios reales? Por el otro, el ímpetu que alguna vez tuvo la agenda de diversidad en el sector privado parece desvanecerse. ¿Es hartazgo? ¿Es indiferencia? ¿O es el eco de políticas importadas desde la Casa Blanca? La conversación se ha vuelto más compleja, más sensible y más contenciosa.
En este contexto aparece el debate de las cuotas de género que como país hemos evitado, pero que nos está pisando los talones. Las cuotas establecen un umbral mínimo de participación para el sexo subrepresentado dentro de los consejos de administración.
Como cualquier debate, las posturas abundan. Los grupos que impulsan las cuotas consideran que, a estas alturas, son la única vía para alcanzar la paridad. Sus detractores argumentan que podrían afectar la meritocracia, pues su prioridad es reclutar al mejor talento sin importar el género. ¿Existe un punto medio? Las cuotas pueden ser una herramienta temporal para acelerar gradualmente la presencia de consejeras, hasta superar las barreras estructurales. Podemos llamarlas metas, si eso hace más digerible la conversación.
Lo cierto es que el mundo ya avanzó. De los 52 países analizados por la OCDE, 35% aplica cuotas empresariales, frente a 24% hace cinco años. No es algo nuevo, Noruega fue pionera en establecer cuotas en los consejos en 2003, y hoy cuenta con consejos prácticamente paritarios. En 2024, los países con cuota –obligatoria o voluntaria– reportaron 33% de consejeras, frente a 23% en aquellos sin lineamientos.
Es verdad que las empresas listadas son entidades privadas, pero al acceder al mercado de capitales asumen un compromiso mayor con la sociedad. Ese compromiso implica operar bajo estándares globales de buen gobierno, y en ese marco, la igualdad de género es un eje que sostiene su integridad y congruencia.
@fergarciaas
Publicado en El Financiero
02-12-2025