
¿Conoces a un joven que se quedó en lista de espera porque ya no había cupo en el bachillerato? ¿A alguno que recibió una llamada del área de reclutamiento para decirle que no tenía la experiencia necesaria para la vacante? ¿O a una joven que se queda en casa cuidando a sus hermanos menores? Esa es la realidad de los jóvenes oportunidad, aquellos que están fuera tanto del sistema educativo como del mercado laboral.
Este concepto comenzó a popularizarse en Estados Unidos a principios de los años 2000, impulsado por el gobierno, organizaciones de la sociedad civil y fundaciones. En México ha cobrado fuerza en la última década en programas, políticas públicas y estudios académicos. Busca reemplazar el término de “ninis” (ni estudian ni trabajan), una etiqueta cargada de estigma, por una visión más constructiva que ponga el acento en el potencial de estos jóvenes.
En general, cuando hablamos de jóvenes oportunidad, hablamos principalmente de mujeres. De acuerdo con el Banco Mundial, 13 % de los hombres jóvenes se encuentran en esta situación, frente a 28 % de las mujeres a nivel global. En México, la proporción es menor pero sigue siendo preocupante, 9 % y 24 %, respectivamente. En la Ciudad de México, las cifras son más alentadoras, 5 % de los jóvenes y 12 % de las jóvenes. Pero en cualquier caso, se trata de jóvenes que podrían transformar su futuro y detonar desarrollo económico y social si se les abren alternativas educativas, laborales o de capacitación.
Esta semana el IMCO, con el apoyo de la Fundación Hilton, presentó una radiografía de la realidad económica que viven las mujeres entre 15 y 29 años en la Ciudad de México, incluidas las jóvenes oportunidad. A través de 20 indicadores por alcaldía es posible conocer con más detalle los retos que enfrentan y entender mejor por qué las mujeres se encuentran en mayor proporción en esta situación.
Una de las razones son los cuidados. Siete de cada diez mujeres jóvenes oportunidad, se dedican exclusivamente a las tareas del hogar y de cuidados. En promedio, las mujeres jóvenes que no estudian y no participan en el mercado laboral dedican casi 60 horas semanales al trabajo del hogar y de cuidados, mientras que los hombres en la misma situación dedican 36 horas, prácticamente 40 % menos tiempo. Si vemos la otra cara de la moneda, entre quienes estudian y tienen un empleo remunerado, el tiempo dedicado a estas actividades se reduce a la mitad, tanto en mujeres como en hombres.
Otro reto es la escasa vinculación entre las jóvenes con el sector productivo. Hoy las mujeres estudian más que generaciones anteriores, pero esto no se ha logrado traducir en una mayor participación económica. En una segunda dimensión, la calidad del empleo para aquellas que logran acceder continúa siendo un desafío. La calidad laboral no se limita al cumplimiento de las prestaciones de ley, también implica ofrecer un salario digno y condiciones que permitan desarrollar una trayectoria profesional.
El primer empleo influye sobre las perspectivas laborales a futuro. Según una encuesta del CEEY, a nivel nacional, 62 % de las personas que comenzaron su vida laboral en la informalidad permanecen en ella actualmente. Esta prevalencia es preocupante, considerando que los niveles de informalidad entre las jóvenes en la Ciudad de México oscilan entre 28 % en Azcapotzalco y 71 % en Xochimilco. En contraste, 90 % de los entrevistados que iniciaron en un empleo formal se mantienen en esa categoría en la actualidad. ¿Cómo abrimos el camino para que más jóvenes, sin importar su origen, tengan un buen primer empleo?
Atender la realidad de las jóvenes oportunidad hoy es una apuesta estratégica para el futuro de una ciudad que envejece. Si se generan condiciones para que más mujeres jóvenes trabajen en empleos formales y cuenten con servicios de apoyo para el cuidado, se podrá aprovechar su talento y detonar mayor crecimiento para la Ciudad de México.