
El 14 de enero de 2025, el Gobierno mexicano presentó el Plan México, una estrategia orientada a reconfigurar el modelo económico mediante la sustitución de importaciones, el impulso a la proveeduría nacional y el fortalecimiento de las capacidades productivas locales para detonar el desarrollo regional. Sin embargo, la tensión arancelaria ha representado un contratiempo. Frente a esto, ¿el Plan México es una estrategia estructural o un paraguas narrativo para cubrir respuestas improvisadas?
El Plan prioriza sectores como la agroindustria, automotriz, aeroespacial, farmacéutica, semiconductores, energía, química, textil y bienes de consumo, pero omite aspectos críticos como la viabilidad energética. Estas industrias requieren electricidad estable y competitiva, mientras que el Sistema Eléctrico Nacional opera al límite en varias regiones, con riesgo de apagones que afectan la atracción de inversiones. De acuerdo con el Monitor de Energía de las Redes Eléctricas, la red de transmisión apenas creció 4.4 % en ocho años y, entre 2016 y 2024, la CFE ejerció en promedio 58.1 % menos recursos de los aprobados en el Presupuesto de Egresos. Esta subinversión restringe la capacidad del sistema para atender la demanda y compromete la competitividad y seguridad energética necesarias para los sectores estratégicos. A ello se suma la crisis de Pemex: su deuda de 98 mil millones de dólares y la caída histórica en la producción de crudo y gas natural ponen en entredicho la meta de autosuficiencia energética que sustenta el Plan México.
Además, la disponibilidad de agua, que ya es crítica en el norte y centro del país, con sequías, sobreexplotación, baja renovación hídrica e infraestructura limitada, chocan con la elevada demanda de agua para operar en sectores como agroindustria, farmacéutica y semiconductores.
Más allá de los retos internos, el entorno global incierto también representa un desafío. En particular, las tensiones arancelarias impactan directamente a los sectores que el Plan México busca impulsar. El caso más claro es el de los vehículos, sujetos a un arancel de 25 %, con posibilidad de reducciones si cumplen con las reglas de denominación de origen establecidas por el T-MEC.
A su vez, en el sector agroindustrial México enfrenta impactos significativos derivados de decisiones en la relación bilateral con Estados Unidos. El jitomate, del cual 99.8 % de las exportaciones tienen como destino nuestro vecino del norte, según la Secretaría de Economía, fue gravado a partir del 15 de julio con un arancel de 17 % bajo la figura de “cuota compensatoria”, medida que evidencia tanto la alta dependencia del mercado estadounidense como el uso político del comercio agrícola.
El Plan México surge en un momento donde la economía nacional enfrenta tres presiones simultáneas: aranceles desde Washington, rezagos estructurales en energía, agua y capital humano, y una empresa petrolera en deterioro que compromete la política energética. Para que la estrategia tenga efecto, resulta clave que el empresariado nacional incremente su inversión y se convierta en motor del desarrollo de los sectores estratégicos.
Más que una estrategia estructural, el Plan corre el riesgo de convertirse en un marco narrativo para encubrir medidas reactivas. Sin atender primero los fundamental, como energía, agua, infraestructura y talento, difícilmente podrá traducirse en la transformación productiva que promete.
@lsrmtz
Publicado en Animal Político
02-10-2025