Opinión

¿Qué hacer con Acapulco?

FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

La opinión pública lleva décadas expidiendo certificados de defunción para Acapulco. Y el puerto sigue. La devastación causada por Otis no será la excepción. Acapulco va a regresar, es un lugar icónico, demasiado importante como para dejarlo naufragar. Las razones son múltiples: la proximidad y la conectividad con la Ciudad de México, la relevancia simbólica, social, histórica y cultural del puerto, la complejidad política de Guerrero, las inversiones existentes que no querrán asumir un costo hundido, así como las posibilidades futuras de inversión en un mercado deprimido. 

La pregunta central es si se va a tomar el toro por los cuernos y aprovechar la oportunidad para corregir las fallas históricas que arrastra la ciudad desde, por lo menos, la inauguración de la Costera Miguel Alemán en 1949. El desastre de Otis abre la puerta para superar la dicotomía entre el Acapulco del lujo y el de la miseria que retrató Ricardo Garibay en la década de los setenta.

Todavía es pronto para hablar del monto de la afectación económica, pero no es descabellado afirmar que será de decenas de miles de millones de dólares. Los esfuerzos individuales no serán suficientes –ni del Estado ni de las empresas–. Es necesario que el proceso de reconstrucción sea inclusivo y democrático. En otras páginas he escrito que las ciudades solo sirven si tienen escala humana, si están pensadas en la gente y se les involucra en el proceso. 

Acapulco, y el estado de Guerrero en general, son hogar de una diversidad de grupos y comunidades que padecen altos niveles de marginación (únicamente el municipio de Acapulco tiene a más de 125 mil personas en pobreza extrema -16% de la población-, de acuerdo con el Coneval), desde las comunidades afromexicanas (9.7% de la población de la ciudad) y otros grupos indígenas de la Costa Chica –enclavados en las zonas montañosas al oriente del puerto– hasta los oriundos de la Costa Grande residentes de la Barra de Coyuca y Pie de la Cuesta. La reconstrucción debe reflejar esta realidad diversa y plural.

La destrucción de Acapulco es una oportunidad irrepetible para repensar el Puerto. El economista Luis de la Calle enlista una serie de acciones para detonar el desarrollo de la ciudad a partir del desarrollo de infraestructura básica, rediseñar la gobernanza municipal y apostar por el turismo médico. En el rubro de infraestructura, De la Calle enfatiza la necesidad de privilegiar los malecones, concepto perdido en México por la privatización de las playas, un espacio público por excelencia. 

Acapulco puede aprender de la experiencia internacional. El huracán Sandy de 2012 provocó daños sustanciales a la ciudad de Nueva York, especialmente a la isla de Manhattan. Para la reconstrucción del malecón, el taller de arquitectura danés BIG liderado por Bjarke Ingels diseñaron el proyecto Dryline, que al mismo tiempo es un sistema de defensas contra inundaciones y un parque lineal de 16 kilómetros. Acapulco tiene una ventaja sobre Nueva York: su orografía montañosa.

Históricamente el Estado mexicano ha tenido una relación traumática con Guerrero. Si en lugar de llenar de militares el estado desde la década de los setenta se hubiera invertido en infraestructura logística, de energía y educativa otra historia sería. Hoy es el momento de corregirlo. Para arreglar Guerrero primero es necesario salvar Acapulco. 

Publicado en Animal Político.

09-11-2023