No sé cuántas veces he escuchado al presidente López Obrador decir que en su administración no habría incrementos en la deuda. Es más, su aversión a la deuda pública —incluso reforzada durante la pandemia— llevó a generarle una especie de aura de ser un político con responsabilidad fiscal. Se sigue hablando de la disciplina que supuestamente se ha visto durante estos años de su gobierno, afirmación sostenida por el incremento moderado en el financiamiento en lo que va de la administración lopezobradorista.
Pero todo cambiará el último año de gobierno, y no es una especulación, los datos presentados en el paquete económico para 2024 muestran un claro relajamiento fiscal que pondrá en aprietos a la siguiente administración.
De los más de 9 billones de pesos que se planea gastar el año que entra, 1.72 billones, es decir, más de 19%, provendrán de deuda nueva, deuda que se contratará en 2024. ¿Qué tan alto es este número, así, en valor absoluto? Es el monto más alto a contratar por año por lo menos desde 2000.
Rápidamente argumentarán, como sucedía en la campaña, que en realidad el presidente no habló nunca de la deuda en términos absolutos, sino de su comparación relativa, porque pues todos sabemos que la deuda pública siempre crece y que vivir con déficits públicos, mientras estén controlados, no es terrible.
El déficit público, es decir, la diferencia entre los gastos y los ingresos presupuestados, representará en esta ocasión 5.4% del PIB. El año pasado, por tener una referencia, fue 3.9% y durante 2020, año de la pandemia cuando debería de haber crecido, fue 3.8%. Llama la atención un déficit tan alto en un año en el que se estima tener un crecimiento central de 3%.
Quizás lo más preocupante en las métricas de deuda planteadas es el déficit primario estimado en 1.2% del PIB para 2024. Cuando a los ingresos públicos estimados le restamos los gastos presupuestados, pero sin incluir el pago de intereses sobre la deuda, deberíamos de tener un número positivo. Es decir, es deseable que una economía pueda pagar su gastorecurrente con los ingresos estimados. Tener superávit primario habla de una economía responsable en sus finanzas públicas.
La administración del presidente Peña Nieto fue muy criticada por operar con déficit primario los primeros cuatro años. Corrigió al final, quizás por cuestiones electorales, y cerró 2018 con superávit primario de 0.6% del PIB. En lo que va de la administración actual, hemos tenido dos años con déficit primario, pero el déficit de 2024 será el mayor, por mucho, desde al menos 2010.
La métrica de deuda que nos falta para entender lo presentado en el paquete económico es el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público como porcentaje del PIB que agrupa todas las obligaciones financieras del gobierno federal. En 2020, en medio de la pandemia, este porcentaje creció a 50.2% del PIB, precisamente por la disminución de la producción. Para 2024 se plantea un SHRFSP de 48.8%. Durante la administración pasada se alcanzó un máximo de 47.2% en 2016, pero el endeudamiento promedio fue 43.3%. En lo que va de esta administración, el máximo ha sido el 50.2% mencionado y el promedio, de cumplirse lo presentado el viernes, sería 47.6%.
El presidente podrá seguir diciendo que no hay deuda, pero los datos están ahí. La siguiente administración tendrá que hacer maniobras para atender la irresponsabilidad del último año de gobierno.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
12-09-2023