Opinión

Ser más autónomas

FOTO: ANDREA MURCIA MONSIVAIS/CUARTOSCURO.COM

Como decía la gran actriz de la Época de Oro del cine mexicano María Félix, "tenemos que ser más autónomas, más dueñas y señoras de nuestro destino, así podremos hacer más por este país". Frase vanguardista para aquel entonces, pero que se mantiene vigente.

La autonomía está intrínsecamente ligada a tener recursos financieros y materiales propios, que sean suficientes y, además, al poder ejercer control sobre ellos. Una combinación nada trivial y que se mantiene como un desafío para millones de mujeres en nuestro país. Hoy, ¿cuántas mujeres pueden decir que cuentan con autonomía económica?

Pero incluso medir la autonomía económica es complejo, cada quién define qué nivel de ingreso es suficiente acorde a su realidad. Por otro lado, la falta de control de los recursos propios puede estar relacionado con violencia ejercida en el hogar, que tiende a estar subreportada. No hay un indicador único ni lo suficientemente preciso, pero una forma de aproximarse a la falta de autonomía económica es medir la proporción de la población que no percibe ingresos propios. 

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en México 25% de las mujeres no percibe ingresos propios, proporción que se reduce a 6% en el caso de los hombres. Aunque México está en el promedio de América Latina, se encuentra rezagado frente a países como Bolivia y Uruguay, donde esta cifra se reduce a 12% y 13% para las mujeres, respectivamente. 

Para entender mejor la falta de autonomía económica de las mujeres hay que comenzar por analizar la disparidad de género que existe en la distribución del tiempo que hombres y mujeres dedican al trabajo, al remunerado y al no remunerado. Esta relación está invertida: de acuerdo con la misma Cepal, del total de tiempo de trabajo, las mujeres en América Latina destinan 64% a las labores del hogar y de cuidados, mientras que los hombres destinan 72% al mercado laboral.

Analizar cuánto tiempo más dedican las mujeres que los hombres a las tareas del hogar y de cuidados sin recibir una remuneración a cambio es otra forma de dimensionar esta brecha de género. En todos los países latinoamericanos, la relación es de al menos el doble de tiempo; sin embargo, hay economías donde se cuadriplica, como Honduras, o incluso se quintuplica, como es el caso de Guatemala. 

En consecuencia, las mexicanas dependen al menos el doble que los hombres de ingresos que provienen de fuentes distintas al empleo, como programas sociales, remesas o transferencias de familiares, incluidas sus parejas. La evidencia muestra que las mujeres reducen sus gastos o piden dinero prestado hasta cuatro veces más que los hombres debido a su rol de cuidadoras, lo que reduce su margen de maniobra para decidir en libertad en un país donde sigue predominando la norma social de “quien paga manda”. 

Lo sabía desde entonces la Doña y lo confirmamos en la actualidad, cada Día Internacional de la Mujer: para ser más autónomas, necesitamos tener ingresos propios. En la medida que las mujeres tengan independencia económica, es decir, que sus ingresos dependan cada vez menos de alguien más, podrán tomar sus propias decisiones. Así, seremos, cada vez más, dueñas y señoras de nuestro destino.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.

Publicado en El País.

08-03-2024