Hablar del síndrome del impostor para muchas personas se ha vuelto parte del lenguaje cotidiano en el mercado laboral, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Este síndrome hace referencia al sentimiento de no saber lo suficiente, de dudar constantemente sobre la calidad del trabajo, de considerar no estar a la altura, de buscar validación y de la falta de autoconfianza.
A pesar de haberme sentido así en repetidas ocasiones, fue hasta hace algunos años que descubrí que ese sentimiento existía fuera de mi cabeza y -lo más importante- que no era la única. Más allá del nivel anecdótico, en el IMCO levantamos una encuesta para ponerle datos a la conversación y puedo confirmar que si bien ambos sexos dudan de la calidad de su trabajo, este fenómeno es más común entre mujeres (52 %) que en hombres (38 %).
El síndrome del impostor no se atribuye meramente a la personalidad sino que puede tener distintos factores que lo expliquen, como las dinámicas familiares que se viven en la infancia o aquellas que suceden en la escuela y en el mercado laboral, muchas de las cuales recaen y acentúan los roles de género. Como lo describe Caroline Criado-Perez, autora de La mujer invisible, vivir en un mundo diseñado para hombres puede hacer que las mujeres sientan que están ocupando un lugar que no les “corresponde”.
Aunque parezca obvio, es una buena noticia saber que conforme aumentan los años de experiencia laboral, la proporción de mujeres que dudan sobre sus conocimientos disminuye. Regresando a la encuesta del IMCO, 72% de las mujeres con menos de 5 años de experiencia profesional dudan sobre la calidad de su trabajo en comparación con 31% entre aquellas mujeres con 40 años o más en el mercado laboral.
¿Vamos a esperar al final de nuestras carreras profesionales para dejar de sentirnos como “impostoras”? Sin duda, la respuesta es no. Pareciera que estamos frente al dilema del huevo y la gallina, ¿qué va primero? ¿Necesitamos más mujeres en el mercado laboral para reducir la falta de confianza, o reducir la falta de confianza para que más mujeres crezcan profesionalmente? Me inclino por la primera.
Para ello, necesitamos impulsar la preparación de las mujeres. Un mayor nivel educativo aumenta su participación económica. De acuerdo con datos del INEGI, mientras 47% de mujeres que estudiaron hasta bachillerato tienen un empleo o están en búsqueda de uno, el porcentaje aumenta para las mujeres con licenciatura (63 %) y posgrado (82 %). Esta situación no es igual para los hombres, ya que su participación económica se mantiene por encima de 75 % para aquellos que cuentan con primaria o más y presenta menores variaciones que para las mujeres conforme aumenta el nivel educativo.
La educación tiene el poder de cambiar las decisiones económicas de las mujeres. Construyamos un país donde más mujeres continúen sus estudios, en el que los programas académicos estén diseñados para todas las personas y que no se juzgue a las mujeres por lo que quieran estudiar. Que no sea un sueño pensar en un país en el que se reconozca que las mujeres queremos crecer profesionalmente y que la brecha de confianza no dependa del sexo. Yo quiero un México donde la educación y el talento no tengan género.
Publicado en Animal Político.
09-03-2023