Avanza dos, retrocede cuatro, avanza uno, retrocede dos... se trata del famoso juego de mesa indio llamado moksha patam, vaikunthapaali o paramapada sopaanam (la escalera a la salvación) que después se hiciera famoso con el nombre de Serpientes y Escaleras. La finalidad es transitar de principio a fin en un tablero de casillas que bien puede contener escaleras que ayudan al jugador a llegar más rápido, o serpientes, que retrasan su avance.
Si pudiéramos hacer un símil del famoso juego de mesa con algún aspecto cotidiano de la realidad del país, no habría duda alguna que el acceso a la justicia es un traje a la medida. Sirva como muestra la historia de Fortino, un taxista que en algunos ratos libres en los que no asiste a su sitio ubicado en la zona poniente de la Ciudad de México, hace trabajos de mensajería.
En uno de los servicios que Fortino prestó a un despacho de abogados, tuvo la encomienda de ir a recabar algunas firmas. Llegó a la dirección, se estacionó y pagó el parquímetro, cuando de repente se acercó un joven con franela en mano a pedirle 50 pesos por el lugar y a lo que Fortino se negó argumentando que ya había pagado en el parquímetro.
El franelero le advirtió que, si no le daba el dinero, no le echaría el ojo a su taxi y si cuando regresara lo encontraba dañado, que no sería su responsabilidad. Que no se pusiera al brinco porque le iba a ir peor. Le dijo que no se arriesgara y que le pagara. Ante ello, Fortino llamó a una patrulla que estaba cerca y pidió apoyo porque estaba siendo extorsionado. Los oficiales dijeron que no era extorsión y Fortino respondió que, si para ellos no era delito, seguro lo apoyaban y les daba para su refresco.
Los policías vieron que Fortino marcaba al número de emergencia para denunciarlos, así que accedieron a apoyarlo. Se llevaron a Fortino y al franelero a la delegación a presentar una denuncia por extorsión y amenazas, aunque durante el camino se le iba diciendo que no valía la pena presentar la denuncia y que perdería mucho tiempo.
Ya en la agencia del Ministerio Público, se acercó una señora con su hija y ofreció a Fortino 10 mil pesos en efectivo para que no denunciara al franelero. Pero Fortino se negó y como respuesta, le hicieron otra oferta: O te vas y no denuncias, o no te la vas a acabar cuando salgas de aquí.
El final de la historia es que Fortino sí denunció y resultó que el franelero ya era buscado y tenía antecedentes por haber dañado autos y golpeado a otros automovilistas como parte de sus estrategias de cobro. Al ser denunciado tendría pocas posibilidades de no pisar el reclusorio.
Esta es una de las muchas historias que reflejan porqué solamente se denuncia el 6.8% de los delitos. Pérdida de tiempo, desconfianza, burocracia, maltrato, etc. Y si bien habrá muchas más situaciones y contextos diferentes, los datos y las historias de caminos tortuosos como el de Fortino, muestran que a veces el problema no es falta de recursos, ya sean normativos, económicos o institucionales, sino que haya menos serpientes y más escaleras para que la ciudadanía acceda realmente a la justicia.
Publicado por Milenio
31-10-2019