
Los rumores sobre la muerte de América del Norte han sido muy exagerados. Contra intuitivamente, los conflictos comerciales de la administración Trump con el resto del mundo, terminarán por fortalecer la integración regional. Esto no es una aspiración ilusoria, sino una realidad.
Hoy no existe en el mundo una relación comercial entre dos países más profunda que la México-Estados Unidos. Los datos de comercio exterior publicados por la Oficina del Censo de Estados Unidos la semana pasada revelan un hecho histórico. En el periodo enero-agosto 2025, por primera vez México fue el principal comprador y vendedor de nuestro vecino del norte, con una participación de 15.3% y 15.8%, respectivamente. En monto estamos hablando de 226.4 mil millones de dólares (mmdd) en importaciones estadounidenses y 354.9 mmdd en exportaciones al norte.
Este es un hecho estructural, no anecdótico. Implícitamente, Estados Unidos ha tomado la decisión de tener un déficit comercial con México, en lugar de China. No todos los déficits comerciales son iguales. Las exportaciones mexicanas a Estados Unidos tienen un contenido estadounidense mayor que las exportaciones chinas, con alrededor de 13%, de acuerdo con estimaciones del Banco de México. Incluso, esta cifra esconde la profundidad de la integración de las cadenas de valor a nivel América del Norte, no sólo en el sector automotriz, sino en prácticamente todas las industrias.
Los resultados de la revisión del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) en 2026 no revertirán esta tendencia, pero sí pueden acelerarla (o limitarla). A pesar de la asimetría de fuerzas entre las partes y del talante proteccionista en la Oficina Oval, México puede tomar el toro por los cuernos y promover un resultado favorable para la región. Para ello, debe comenzar por atender las quejas de Estados Unidos sobre potenciales violaciones al Tratado por la parte mexicana. Estas quejas no son ningún secreto y están disponibles en la página de la Oficina del Representante Comercial (USTR).
Desde la regulación energética hasta las importaciones agroindustriales, existen conflictos que México puede resolver con voluntad política. Otros requieren recursos suficientes para la eficaz e independiente operación de los nuevos reguladores económicos. En términos generales, la mayor parte de las quejas son atendibles en el corto y mediano plazo.
El meollo del asunto está en el sector automotriz, donde el T-MEC incorpora las disciplinas de reglas de origen más estrictas a nivel mundial. Estados Unidos no cuenta con la fuerza laboral suficiente –ni con los minerales– para reemplazar las importaciones actuales con proveeduría local, como argumenta el economista Luis de la Calle. El gobierno mexicano debe lograr que ese mensaje permee no sólo en Washington, sino en los distritos y capitales republicanas en el interior del país.
En un mundo donde las consideraciones geoeconómicas y geopolíticas adquieren una mayor relevancia, México y, en menor medida, Canadá son los socios y aliados naturales de Estados Unidos en su disputa con China.
La tormenta que vive el comercio internacional no es una buena noticia para los prospectos de un orden global basado en reglas, pero si México consigue navegar estas aguas con pericia, el país quedará mejor posicionado en términos relativos de lo que estaba en enero de 2025. El crecimiento en el comercio con Estados Unidos es reflejo de ello. Profundizarlo requiere acelerar el despliegue de infraestructura energética y logística en el país.
La inmediatez del ciclo noticioso hace fácil perder de vista lo cambios estructurales, pero el peso de México en el comercio exterior estadounidense es la principal fortaleza de nuestro país de cara a la revisión de 2026, más aún considerando que es año electoral en Estados Unidos donde se votará por la totalidad de la Cámara de Diputados y una tercera parte del Senado, incluyendo algunos legisladores clave de los estados del cinturón del maíz.
El mundial de fútbol del próximo año, compartido entre México, Estados Unidos y Canadá, no será ese momento fundacional de una América del Norte que se entienda a sí misma como región –la política y los agravios de los últimos meses no dan para eso–, pero 2026 sí será fundamental en términos de la resiliencia de la integración económica, de consolidar a la región como la más competitiva del mundo. Quizá no es una identidad norteamericana, pero sí una cierta idea de América del Norte.
@OscarOcampo
27-11-2025