A veces es mejor no tener expectativas. Las expectativas, dicen por ahí, llevan a grandes decepciones. Ver una película esperando que sea maravillosa nos llevará muy probablemente a que nos quede mal y que al terminar pensemos que sí, ok, estuvo bien, pero no era para tanto.
En la economía también hay sorpresas. Hay años, como 2023, en los que la realidad resulta mejor de lo esperado y hay otros, como 2024, en los que la sorpresa es a la baja. Pero a diferencia de la experiencia que podemos tener al ver una película, la expectativa que se tiene sobre el comportamiento de las economías puede incidir en planes de inversión, en proyectos de empleo, en los productos que se ofrecen y en los que se descontinúan. Los imprevistos siempre existirán y las perspectivas se ajustarán, pero de entrada, los pronósticos tienen un impacto enorme en la propia planeación de la actividad económica.
Hay dos referencias importantes para hablar de las expectativas económicas de este año: la encuesta de expectativas de especialistas del sector privado que realiza Banco de México y la encuesta de Citi. Ambas consideran el punto de vista de diversas casas de análisis, consultorías o instituciones financieras. La primera, en su edición de diciembre del año pasado, muestra que, en promedio, los encuestados estiman que México crecerá este año 1.17%. La mediana es 1.12%.
El crecimiento de la producción, esa tasa a la que hacen referencia las expectativas, no refleja absolutamente todo lo que sucede en un país. No pretende hacerlo. Pero nos da un referente de cómo se mueven las economías y lo que los analistas esperan no suena demasiado optimista. ¿Pueden cambiar las cosas? ¿Puede haber sorpresas? Sin duda las habrá. No sabemos si al alza o a la baja… La probabilidad de que sean a la baja es mayor.
Por su parte, la encuesta de Citi publicada los primeros días de este año, revela que el promedio de las expectativas de las instituciones financieras encuestadas es 1.1%. La mediana, 1%.
Las estimaciones consideran todas las variables relevantes en sus modelos. Es decir, ya están contempladas la presidencia de Trump, el impacto de la reforma al poder judicial, el recorte fiscal y tanto más. Claro que pueden equivocarse, al final del día todos los modelos son representaciones simplificadas de la realidad, pero, de cualquier manera, estimar que la economía mexicana solo producirá 1% más de lo que produjo en 2024 habla de un crecimiento insuficiente para generar mejores condiciones de vida para todos los mexicanos.
En ciertas conversaciones, estas expectativas levantan las cejas. Por supuesto que hay empresas a las que les irá bien, muy bien a otras. Habrá estados, también, que crecerán y que continuarán con las dinámicas de desarrollo que han construido por años. Pero cuando el país -en su conjunto- no logra crecer a una tasa mayor de manera consistente es evidencia de que algo, o mucho, no va bien.
La encuesta de Banco de México también pregunta a los especialistas su punto de vista sobre el crecimiento en el mediano y el largo plazo. Esto respondieron. En 2026, 1.76%. Para 2027 estiman un crecimiento del producto de 1.97% y el promedio para los próximos diez años, empezando a contar en 2025 revela una expectativa anual de 2.02%.
¿Eso es todo lo que la economía mexicana puede dar en el mediano y en el largo plazo? ¿Con eso bastará para que mejore la calidad de vida? ¿Será suficiente ese ritmo de crecimiento para mantenerse al día en una economía global con cambios tecnológicos y climáticos cada vez más veloces? La respuesta ya la conocemos.
México necesita construir su futuro. Prepararse para negociar con el presidente de Estados Unidos en las próximas semanas, pero también para poder enfrentar los próximos años con una economía más sólida y más competitiva. No bastarán las palabras. Como siempre, los hechos pesarán más.
Publicado en Animal Político
09-01-2025