Artículo

Bienvenida la pausa

FOTO: OMAR MARTÍNEZ/CUARTOSCURO.COM

Al final se pausaron los aranceles. La amenaza seguirá estando ahí, pero un mes adicional le da a la economía mexicana un respiro que se agradece. México cedió, sí, pero subir la apuesta en un juego asimétrico no hubiera sido una buena estrategia. En los últimos meses –muchos ya— he escuchado que el estilo “transaccional” de Trump le permite a México entender qué es lo que quiere el presidente y que habilita al país para jugar mejor sus cartas.

El documento publicado el sábado por la Casa Blanca es durísimo. Las acusaciones hechas al gobierno mexicano son fuertísimas y no bastarán diez mil elementos de la Guardia Nacional para que Trump cambie el tono o que no vuelva a utilizar el argumento. No bastaron los diez mil, dirá. Ahora necesitamos cien mil. O cerrar de tajo la frontera. O permitir la entrada del ejército estadounidense a ciertos territorios. La cooperación no debe de ser dictada por los términos puntuales de una sola de las partes.

Trump puede ser transaccional, no tengo duda alguna. El que lo sea pone a México —y a quien se cruce en su camino— en un riesgo que solo podrá ser acotado por sus electores. No habrá institución que cuente ni proceso que se deba respetar. Él usará el poder que le otorgaron sus votantes a lo máximo de su capacidad. No solo habrá que considerar —y elogiar— el pragmatismo del presidente, habría también que ponderar sus excesos.

Con el acuerdo logrado ayer en el que los aranceles se detienen por mes se gana tiempo valioso para negociar, pero la incertidumbre seguirá. ¿Qué podría darle México a Estados Unidos que al presidente le parezca suficiente? ¿Qué medida será la adecuada para que Trump considere que México ya tomó —como dice la orden ejecutiva— los pasos necesarios para mitigar la migración ilegal y las crisis derivadas del narcotráfico?

Claudia Sheinbaum logró ganar tiempo y postergar la amenaza. Sin embargo, la seguridad nacional de México, definida a través de intereses externos, es la nueva carta sobre la mesa. Si hay avances en materia de seguridad, si se logra frenar —y ojalá revertir— el avance del crimen organizado, si se empiezan a romper las profundas redes de complicidad, serán logros valoradísimos por los mexicanos. Sería una pena que esos resultados se dieran por presión externa.

Bienvenida sea la pausa en los aranceles. La volatilidad cambiaria y financiera que éstos hubieran ocasionado habría sido muy costosa. Pero ojalá no caigamos en la complacencia que da este respiro. México tendrá que empezar a tomarse más en serio en muchos sentidos.

Si la política transaccional de Trump nos deja alguna lección, es que, más que nunca, debemos impulsar nuestras propias capacidades, construir alianzas regionales y fortalecer nuestras relaciones internacionales. Estoy convencida de las bondades que el comercio internacional trae a las economías, pero sería ingenuo pensar que éste resuelve todos los problemas que aquejan a un país. Impulsar políticas públicas eficientes, mantener finanzas públicas sanas, invertir los recursos públicos de forma sensata, mantener condiciones elementales de seguridad y contar con un estado de derecho sólido son responsabilidades internas.

Trump, con su pragmatismo, puede haber conseguido lo que quería a corto plazo, pero el futuro de México no debería depender únicamente de los caprichos de la administración estadounidense. La verdadera victoria para México será aquella que logremos cuando podamos actuar con autonomía, sin la constante amenaza de aranceles o medidas punitivas, porque habremos construido una política que no dependa de factores externos, sino de nuestra propia fortaleza como nación.

Publicado en El Universal

04-02-2025