Investigación

¿Cómo consolidar América del Norte como la región más competitiva del mundo?

La décima Cumbre de Líderes de América del Norte se llevará a cabo en la Ciudad de México del 9 al 11 de enero con los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden, de México y Estados Unidos, y el primer ministro Justin Trudeau, de Canadá. La última Cumbre se celebró hace más de un año, en noviembre de 2021 en Washington D.C., después de una pausa de cinco años.

La reunión entre los líderes de los tres países miembros del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se da en un contexto geopolítico propicio para detonar la competitividad de la región, que actualmente aporta 28% del PIB global y representa un bloque económico 50% mayor que China y 55% mayor que la Unión Europea. Además, el volumen del intercambio comercial entre México, Estados Unidos y Canadá representa 6% de todo el tradicional de bienes entre los países del mundo; este monto representa alrededor de la mitad de todo lo que China comercia con el mundo.

Un punto de partida para aprovechar la coyuntura es construir una agenda que permita a la región aprovechar las oportunidades que ofrece el nearshoring. La fortaleza productiva y comercial de América del Norte, su infraestructura (principalmente con la que cuentan Estados Unidos y Canadá), su demografía y su red de tratados comerciales impulsan el potencial de la región para generar, atraer y retener talento e inversión. La invasión de Rusia a Ucrania y la subsecuente crisis energética en Europa, la política de cero covid en China, así como la tendencia hacia la regionalización de las cadenas de valor, hacen de América del Norte un destino particularmente atractivo comparado con su competencia en Europa y Asia. 

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) hace un llamado a profundizar y expandir los lazos entre los países de América del Norte más allá de la producción, enfocándose además en el fortalecimiento del Estado de derecho, el desarrollo de logística de excelencia, infraestructura energética competitiva y el capital humano, todo ello para garantizar el acceso a insumos creados en la región. Concebir la relación entre México, Estados Unidos y Canadá no solo como socios, sino como aliados, involucra impulsar desde las más altas esferas una visión de América del Norte donde los tres países entiendan los beneficios y oportunidades de su pertenencia a esta región  

¿Qué necesita América del Norte para capitalizar esta oportunidad histórica? 

En primera instancia, se requiere inversión en infraestructura física, digital y de transporte que permita a la región atraer las industrias del futuro como las granjas de servidores de datos, los semiconductores, la inteligencia artificial, internet de las cosas y la movilidad eléctrica, entre otros. Es necesario que los líderes de América del Norte aborden las necesidades de la región con una visión de integración de largo plazo.

Fortalecer el Estado de derecho

  • México, Estados Unidos y Canadá deben demostrar un compromiso creíble con las obligaciones asumidas en el T-MEC, y procurar el Estado de derecho y la certidumbre jurídica necesaria para la atracción de inversión; ese compromiso debe ser claro en las acciones, las regulaciones y la legislación de las tres partes. Los tres países de América del Norte han visto un incremento en las presiones proteccionistas en períodos recientes, lo cual genera retos evidentes para el respeto de la letra y el espíritu del T-MEC. Ejemplo de ello son las disputas por la política energética mexicana, la prohibición del maíz transgénico y el glifosato en México o la interpretación estadounidense de las reglas de origen para el sector automotriz. 
  • Las consultas sobre la política energética mexicana en las que México se encuentra actualmente involucrado debido a las aparentes violaciones a lo estipulado en el T-MEC que Estados Unidos y Canadá identifican. El proceso -que aún podría resultar en la formación de un panel y el inicio de una etapa más contenciosa- ha generado incertidumbre respecto al compromiso de México con sus socios norteamericanos.
  • El conflicto sobre las reglas de origen en el sector automotriz, por otra parte, también ha generado desacuerdos debido a la interpretación que Estados Unidos hace sobre la implementación de ciertas disposiciones (que es más exigente e implica mayores costos para los productores automotrices en América del Norte), y resultó en la solicitud para el establecimiento de un panel de solución de controversias cuyo fallo se hará público a principios de 2023.
  • La prohibición del maíz transgénico y glifosato en México sin base en un consenso científico abre un flanco en la relación comercial con Estados Unidos y Canadá. El T-MEC establece que toda medida sanitaria y fitosanitaria debe estar basada en ciencia; en este sentido, el decreto publicado a finales de 2020 que prohíbe la importación de maíz transgénico y el glifosato en México a partir de 2024 podría traducirse en otro proceso de solución de controversias al amparo del Tratado. 

Acelerar la transición energética

  • La diversidad geográfica y climática de América del Norte abre la puerta para acelerar la transición energética con inversiones en generación eléctrica con baja huella de carbono, así como el desarrollo de gasoductos que permitan un mayor uso de gas natural como combustible de transición, al ser más asequible, más eficiente y menos contaminante que sus contrapartes fósiles. 
  • Se debe dar aún mayor impulso a la generación eléctrica con baja huella de carbono. El anuncio del Plan Sonora hecho en 2022 pretende atraer 48 mil millones de dólares en inversiones en energías solar fotovoltaica y eólica entre 2023 y 2030. Sin embargo, no se conocen los detalles, ni la ruta crítica para su implementación. El compromiso resulta poco creíble a la luz de los esfuerzos del gobierno mexicano para cerrar el mercado eléctrico a la inversión privada.
  • En el tema de la movilidad eléctrica, el reto ahora es que los gobiernos de los tres países utilicen las disposiciones del T-MEC para catalizar la transición. Para ello es necesario no solo incentivar la producción de vehículos eléctricos a nivel América del Norte, sino implementar medidas en los tres países para incrementar la venta de este tipo de vehículos, así como crecer la matriz energética con baja huella de carbono para la carga de baterías. Para ello, se requiere de infraestructura crítica como redes de transmisión, distribución y puntos de carga, todos los cuales requieren inversiones significativas.
  • El acceso competitivo a gas natural permitiría atraer industrias de mayor valor agregado a estas regiones. El desarrollo de gasoductos en América del Norte ha enfrentado crecientes obstáculos por cuestiones ambientales y sociales. A pesar de ello, actualmente existen proyectos en marcha para llevar el gas natural a regiones donde hoy es escaso o inaccesible, específicamente la región sur-sureste de México. El gasoducto Puerta al Sureste que pretende expandir el ducto marino Sur de Texas-Tuxpan hacia Coatzacoalcos, Veracruz, y Dos Bocas, Tabasco, es un primer paso para atender esta problemática.

Expandir la infraestructura logística

  • En materia de transporte marítimo, si México quiere aumentar su penetración en la costa este de Estados Unidos, debe impulsar la negociación de una excepción a la Jones Act (que prohíbe el cabotaje marítimo en Estados Unidos). De acuerdo con esta ley, hoy en día la marina mercante mexicana (o de cualquier otro país) no puede cargar y descargar mercancías en un puerto estadounidense y seguir hacia otro en el mismo país: ese derecho está reservado para la marina mercante de Estados Unidos. De igual forma, los barcos estadounidenses no pueden hacer cabotaje en puertos mexicanos. Esta prohibición representa una barrera innecesaria para la competitividad de los estados del Golfo. Una excepción para México, que se podría negociar mediante un acuerdo de reciprocidad para el cabotaje marítimo estadounidense en México, abriría nuevas rutas entre ambos países que faciliten la penetración del país en los mercados de la costa este de Estados Unidos. Los principales beneficiarios de esta medida serían los estados del sur-sureste mexicano, que tendrían acceso privilegiado al mercado estadounidense a través del Golfo de México.
  • En cuanto a la aviación, mientras México se mantenga en la categoría 2 de la Administración Federal de Aviación  (FAA, por sus siglas en inglés), las aerolíneas mexicanas no podrán aumentar sus frecuencias en vuelos de pasajeros y carga hacia Estados Unidos. Sin esa capacidad, las posibilidades de fortalecer los vínculos entre las cadenas productivas de México, Estados Unidos y Canadá serán limitadas.
  • Alrededor de 70% del comercio de México con sus socios en América del Norte se realiza por transporte carretero, lo que exige la construcción de infraestructura que permita cruces transfronterizos eficientes. México y Estados Unidos deben invertir con urgencia en carreteras, puentes internacionales, banda ancha, vías férreas y transporte multimodal si se pretende aprovechar las oportunidades de la relocalización de cadenas de suministro.  Un buen ejemplo es el Plan Maestro de Transporte Fronterizo Texas-México, el cual tendría que ser impulsado a nivel federal y estatal, pues aseguraría el impulso a la competitividad y posiblemente la seguridad de la región.
  • Es necesario crear despachos conjuntos en las Aduanas. La seguridad y la eficiencia de las Aduanas en América del Norte son esenciales si se quiere impulsar el dinamismo en el comercio y profundizar la integración. Por ello, en el pasado se estableció el Programa de Despacho Aduanero Conjunto y/o Inspección Conjunta de Carga entre México y Estados Unidos, con el cual las autoridades aduaneras de ambos países realizan inspecciones en un mismo sitio, lo que reduce tiempos y costos. Este modelo de colaboración entre la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) podría incrementarse en las aduanas donde se registra mayor actividad para asegurar fronteras más eficientes y seguras, al tiempo que impulsaría de manera decidida la integración productiva y la competitividad de América del Norte.

Desarrollar y compartir capital humano

  • Las diferentes circunstancias laborales de los países de América del Norte representan también una oportunidad para mejorar la competitividad de la región. Mientras que Estados Unidos y Canadá se enfrentan a una escasez de mano de obra combinada con un envejecimiento de la fuerza laboral a lo largo de la última década, México tiene un mercado laboral que no satisface la demanda por empleos de calidad, en el que 3.3 millones de jóvenes de entre 15 y 29 años están dispuestos a trabajar, pero no tienen oportunidades laborales. 50% de ellos tienen, al menos, estudios de bachillerato concluidos. Desarrollar programas para el desarrollo del talento que cuente con las habilidades que requieren las economías de América del Norte y construir facilidades para desarrollar una fuerza laboral trilateral traería beneficios para los tres países, con flujo constante de mano de obra para las economías estadounidense y canadiense, y mayores oportunidades para la población mexicana.
  • Una forma de atender esta necesidad sería expandir la lista de profesiones en el capítulo 11 del T-MEC sobre la entrada temporal de personas de negocios para facilitar la movilidad laboral para las profesiones donde los países enfrentan un déficit de oferta que puede ser complementada con la mano de obra de sus socios en la región.
  • En el Diálogo Económico de Alto Nivel (DEAN) México - Estados Unidos se incluye el desarrollo de las capacidades de la fuerza laboral como uno de los 4 pilares fundamentales para impulsar la competitividad de la región. Asegurar que se cuente con talento técnico y profesional implica actualizar los programas de estudio, así como contar con el personal docente para capacitar al talento que requiere la industria en la región. La coordinación sector público-empresa-academia de los tres países será fundamental para que América del Norte no solo cuente con mano de obra calificada y especializada, sino también para asegurar empleos bien remunerados. 

En el largo plazo, quizás el reto que une a todos estos elementos está en la necesidad de contar con una visión integral de América del Norte, que vaya más allá del T-MEC en donde participen gobiernos, sector privado y sociedad civil. La Cumbre y el diálogo constante abren la puerta para desarrollar una agenda ambiciosa de cooperación e integración, que permita a la región capitalizar las oportunidades y profundizar la integración económica, tanto en términos logísticos, laborales y energéticos. Las posibilidades de desarrollo de México, Estados Unidos y Canadá dependen en buena medida de la competitividad de América del Norte como región. Las oportunidades son para todos.