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Después de la pandemia

FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

Fue Mesina, al norte de Sicilia, la puerta de entrada de la peste negra a Europa a mediados del siglo XIV. En lo que debe haber sido una escena apocalíptica, los habitantes del puerto se acercaron a recibir a los barcos ese octubre de 1347 para encontrarse con un gran número de marineros muertos y aquellos aún con vida cubiertos de bubones negros. En los siguientes años, la peste bubónica cobró la vida de entre un tercio y la mitad de la población europea, los estimados aún fluctúan enormemente. Un golpe demográfico de esa magnitud tendría que venir acompañado de grandes cambios en la estructura social y económica del momento.

La peste afectaba, según algunas narraciones de la época como las de Bocaccio, a hombres y mujeres por igual, pero las condiciones de hacinamiento en las que vivía una gran parte de la población hacían que el contagio fuera mayor entre los pobres. Los que podían se refugiaban en el campo alejándose de los enfermos y los que lograban sobrevivir en las ciudades se hacían de las propiedades que habían sido abandonadas.

El trabajo, ese factor de producción, se volvió más escaso que nunca y esto presionó los salarios al alza. El sistema feudal se empezó a fracturar cuando los otrora siervos empezaron a exigir mejores condiciones laborales. Hubo resistencias: por ejemplo, se aprobaron leyes para impedir el incremento salarial en Inglaterra o decretos que estipulaban quién podía usar qué tipo y qué color de ropa de acuerdo con su nivel en la escala social, incluso se intentó regular qué alimentos se podían comer de acuerdo con su posición en la sociedad. Pero la realidad económica se impuso a la regulación. Los sueldos subieron y se tuvo un periodo de mayor movilidad social durante alrededor de 100 años. Los gremios tuvieron que abrirse y recibir a nuevos miembros. Se rompieron tradiciones familiares y por primera vez en siglos algunos pudieron escoger la profesión a la que querían dedicarse.

Afortunadamente, el covid-19 no es ni remotamente tan mortal ni tan destructivo como la peste bubónica. Pero no podemos negar que está teniendo un impacto en la sociedad. La desigualdad no disminuirá, las brechas se harán mayores. No únicamente la de ingresos. La distancia entre las oportunidades a las que tienen acceso aquellos en los primeros deciles de ingresos se hará más grande frente a los de menores ingresos. El sistema educativo será una muestra de ello. Los primeros indicios están ahí, será un año perdido para muchos niños, pero para no pocos serán años adicionales de retroceso.

Mucho se dice que la economía se recuperará en forma de V, de W, de U o “de palomita”, pero quizás la K sea más factible; una dicotomía en la que a los sectores que ya les iba bien, les irá mejor —se adaptarán más rápido— mientras que otros se quedarán cada día más rezagados. En México la desigualdad ha sido un lastre siempre, la pandemia solo la hará mayor. Era ahí, era justo ahí donde se volvía imperante una política pública diseñada con cuidado. Llevamos seis meses ya en pandemia y no hay plan, no hay estrategia, no hay políticas públicas. Solo hay palabras. Las afectaciones serán duraderas, habrá más pobreza, más desigualdad. Después de la pandemia los problemas seguirán ahí.

Publicado por El Universal
22-09-2020