Con el cierre de la administración federal a cargo del presidente López Obrador se cierne un riesgo crítico para la economía mexicana: la desaceleración que experimenta el crecimiento del PIB ante el cambio de gobierno. En lo que va del siglo XXI, la tasa anual de crecimiento económico ha caído en al menos 2.2 puntos porcentuales al comparar el último año de la administración saliente y el primer año de la administración entrante.
En 2001, el primer año que gobernó Fox, la economía se desaceleró 5.5 puntos porcentuales con respecto al crecimiento observado en el 2000, el último año del gobierno de Ernesto Zedillo. Por su parte, en 2007, al arranque del sexenio de Felipe Calderón, el crecimiento anual del PIB se contrajo en 2.7 puntos porcentuales al compararse con 2006. Más tarde, en 2013, el primer año de Peña Nieto, nuevamente se observó una reducción de la tasa de crecimiento en 2.7 puntos porcentuales con respecto a 2012. Y finalmente en 2019, que fue el primer año del gobierno de López Obrador, la economía mexicana entró en una ligera recesión al pasar de una expansión de 2.0 % en 2018 a una contracción de 0.3 % en 2019, una tasa de crecimiento 2.2 puntos porcentuales más baja en la antesala de la pandemia del covid.
Por esa razón, visto a través de la lente de la transición presidencial, el último año de cada administración ofrece un enfoque para entender qué tan afectada puede resultar la economía por un nuevo proceso de desaceleración. De ahí que un crecimiento del PIB del 2.3 % en 2024, como indica la mediana de la encuesta de analistas más reciente que publica el Banco de México, nos brinde una señal anticipada del reto macroeconómico que tendrán ambas administraciones. Para el gobierno saliente porque, de cumplirse, este sexenio registraría el crecimiento promedio más bajo en este siglo. Por su parte, para el gobierno entrante fija un punto de referencia, ya que una desaceleración de 2.2 puntos porcentuales con respecto a la expectativa de 2.3 % pondría a la economía mexicana al borde de una recesión.
Si la economía es capaz de crecer este año por arriba del 2.3 %, logrará amortiguar el efecto del cambio de gobierno. Por el contrario, si las perspectivas se deterioran, la presión sobre el crecimiento de 2025 será mayor, creando un entorno más complejo en el diseño de las políticas fiscal y monetaria tan pronto como el primer año del nuevo gobierno. Por lo tanto, el balance de riesgos para el crecimiento de la economía mexicana en 2024 también es, implícitamente, un juego de fuerzas que pueden o no reducir el margen de acción para la política económica del próximo gobierno.
Un elemento a favor de esa expectativa es que se ha revisado continuamente al alza a medida que las cifras de crecimiento para 2023 han superado los pronósticos de los analistas. No obstante, el 2024 será un año agitado en diversas dimensiones, lo que seguramente influirá sobre dichas expectativas. A favor de un mayor crecimiento sobresale el potencial expansivo asociado al fenómeno del nearshoring, el impulso que tendrá el gasto público en infraestructura y la recuperación reciente de algunos rubros de la inversión. En contra, los riesgos de desaceleración de la economía de Estados Unidos y el cambio de gestión federal en la ejecución del gasto. Unos y otros factores inclinarán la balanza para el crecimiento de 2024. Unos y otros serán cruciales en el año de Hidalgo. Esperemos que dejen algo… para 2025.
Publicado en Animal Político.
12-01-2024