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El futbol femenil en México: una contradicción frustrante

Viendo los partidos de la Copa Mundial Femenina que actualmente se disputa en Australia y Nueva Zelanda, me pregunté: ¿sabrán las pequeñas aficionadas que no siempre fue así? Cuando yo tenía su edad no existían las ligas profesionales femeniles. ¿Entenderán que continuamos luchando para estar aquí, disfrutando y jugando futbol? Sí, el futbol femenil ha ganado renombre dentro del marco de esfuerzos por reconocer a las mujeres y redistribuir recursos pensando en su desarrollo; ambos elementos han caracterizado a las luchas por la igualdad de género de las últimas décadas, sin embargo, persisten brechas importantes con respecto al salario de las futbolistas y ni qué decir del futbol femenil en México…

En el caso de México, la Liga MX Femenil es reconocida como una de las más relevantes del mundo, con más de dos mil asistentes en promedio por partido jugado en 2022. Así, solo la liga femenil profesional de Estados Unidos recibió más asistentes. Según la FIFA, en el mismo año la liga femenil mexicana alcanzó el interés de 37 millones de personas, ¿se considerarán estas variables para calcular el salario de las futbolistas en México?

Pensando en la desigualdad de género, pareciera que no. El salario de las jugadoras –quienes en promedio ganan tres mil 500 pesos al mes– es un dato que no menciona la FIFA al reconocer el éxito de la Liga MX Femenil y la pasión por el futbol en nuestro país. Además de ser un salario inaceptable, refleja una brecha salarial exuberante con respecto a los hombres: en México una futbolista gana 183 veces menos que su contraparte. No hay ni punto de comparación. De igual manera, con ese salario, dedicarse a cualquier otra profesión resultaría más redituable para las mujeres en México.

Ahora bien, cuando asistí a la final de la Liga MX Femenil de este verano con otras 58 mil personas –casi 30 veces más que el promedio de asistencia del torneo regular– afirmé que con tal demanda se tendrían que reflejar condiciones salariales más atractivas para las jugadoras. Es evidente que existen otros factores que contribuyen a esta precarización. Uno de ellos es la discriminación de género que existe a nivel institucional y que ha permeado desde que se creó la liga en 2017, mismo que nos deja con una contradicción frustrante: el futbol femenil se disfruta, pero no se paga.

En tono alentador, el Mundial Femenil 2023 es una oportunidad para reconocer a las grandes jugadoras de hoy como Marta, Kerr, Earps, Miyazawa, Putellas –y muchas más–, así como impulsar los derechos laborales de este deporte. En México, se debe usar el momentum para cuestionar las decisiones que toma la Federación Mexicana de Futbol. La lucha tiene que trascender los 90 minutos de juego para realmente cambiar las oportunidades económicas de las jugadoras, no solo pensando en las futbolistas del momento, sino en esas niñas que sueñan (o alguna vez soñaron) con dedicarse al futbol.