Durante la campaña de Trump en 2016 estuvo sobre la mesa, como pocas veces, el acuerdo comercial de Estados Unidos con México y Canadá. En no pocas conversaciones desde este lado de la frontera había quien tomaba el argumento proteccionista citando algunos de los problemas nacionales que no habían sido resueltos por el TLCAN. “Sigue habiendo pobreza en Chiapas”. “El sur no crece”. “Los salarios no han subido". “Solo sirvió para impulsar la manufactura”.
En la opinión pública permeaba esta idea de que el TLCAN había sido “injusto” con México. El acuerdo comercial se había quedado corto. El remedio maravilloso no había resuelto todo lo que había aquejado a este país por décadas.
En las campañas de 2018, gran parte de la discusión giró en torno a la corrupción. En la eterna búsqueda del monto de lo que le cuesta al país vivir con ese lastre el ahora presidente y su equipo encontraron una forma ideal de comunicarlo. La eliminación de la corrupción le ahorraría al país 500 mil millones de pesos. Esos ahorros liberarían una cantidad importante de recursos con la que alcanzaría prácticamente para todo.
Ya está por terminar el sexenio y la corrupción no solo continúa, sino que esa bolsa gigante —cual olla al final del arcoíris— no apareció. Sigue habiendo números mágicos. Hace solo una semana ambas candidatas volvieron a hablar de los recursos que se ahorrarían por el combate a la corrupción —¿no que ya no había?— y la enorme cantidad de dinero que servirá para atender las mil y un promesas de campaña. Seguimos creyendo que la medicina milagrosa resolverá todos los problemas del país.
El nearshoring es el nuevo prodigio. Ante la falta de datos que lo comprueben, se recurre a la ocupación de parques industriales o incluso a anuncios de inversión que nadie sabe si se concretarán —¿y Tesla?— como ejemplo del fenómeno. Mencionar que la inversión extranjera directa no ha roto ningún record hasta el momento, y que además no todo dólar invertido es evidencia de la relocalización, es casi sinónimo de traición a la patria.
Pensar que este momento que puede ser importante para el país resolverá los temas de desigualdad regional, pobreza en el sureste, capital humano y diferencias salariales es ingenuo. Si algo tiene que llegar a resolver todos los problemas de nuestra propia creación, el nearshoring será.
En otros círculos hay otra medicina milagrosa. Un remedio que sin duda nos llevará a tener una sociedad mejor, con menos desigualdades regionales y mayores oportunidades. Con este bálsamo-que-todo-lo-cura habrá educación de calidad y un sistema de salud operante. El transporte público mejorará y hasta el cambio climático se va a atender. Los recursos públicos ahora sí van a alcanzar para todo.
Es un remedio medio amargo. Cuando se les pregunta a las candidatas sobre éste, se hace con cautela. Con la precaución de quien tiene que tocar un tema incómodo. Algo así como el “tenemos que hablar”. Obviamente estamos en campañas y en campañas nadie habla de ello, así que no, no se piensa aún en una reforma fiscal, pero seguimos creyendo que ese será el remedio más efectivo para los males nacionales.
En realidad, lo sabemos. Tenemos claro que no habrá una sola respuesta a la compleja situación del país. Seguimos, sin embargo, en la búsqueda de la respuesta fácil. Nos gustan las medicinas milagro, aunque sepamos que no funcionan.
Publicado en El Universal
14-05-2024