Opinión

La idea de América del Norte

Las consultas en el marco del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) por la política energética mexicana son un reflejo del éxito del modelo de integración de América del Norte. A pesar de la politización del caso, la correcta operación del mecanismo de solución de controversias Estado-Estado es una muestra de la institucionalidad que rige en la relación entre México, Estados Unidos y Canadá, así como del avance que se ha logrado a lo largo de las últimas tres décadas en el desarrollo de procesos trilaterales para dirimir los conflictos a nivel burocracias.

En el fondo, se trata de una victoria de lo que Robert Pastor llamó la idea de América del Norte, una forma de entender al continente como algo más que una expresión geográfica, sino como una comunidad de tres países cuya prosperidad depende en buena medida de su capacidad para integrarse, cooperar, producir juntos y abordar de forma conjunta las amenazas de seguridad.

El ejemplo más acabado de la idea de América del Norte fue la negociación, aprobación y entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la década de los noventa, el cual siempre fue más que solo un tratado comercial, representó la columna vertebral para una cooperación más estrecha a nivel regional en una multiplicidad de temas, desde comercio e inversión, pero también movilidad laboral, migración, seguridad e inclusive el proceso de democratización en México.

Contrario al discurso nacionalista del gobierno mexicano, el modelo de integración de América del Norte se diferencia de la "soberanía compartida" en la Unión Europea al hacer una defensa férrea de la soberanía nacional de las tres partes, como bien apunta el ex Presidente del Banco Mundial y ex representante comercial de Estados Unidos, Robert Zoellick en su libro más reciente America in the World.

La renegociación de la relación comercial durante la administración Trump que devino en la entrada en vigor del T-MEC hace poco más de dos años no logró amalgamar una nueva visión de futuro compartida a nivel regional. Casi treinta años después del TLCAN original, hoy es necesario repensar y relanzar la idea de América del Norte para promover una integración más profunda que aborde los retos comunes del siglo XXI como la revolución digital y la competencia por el liderazgo tecnológico, las reconfiguraciones de las cadenas globales de valor, la transición energética, la automatización y la seguridad regional.

Ninguno de los gobiernos en turno en los tres países ha demostrado interés en una agenda ambiciosa de integración. En el mediano y largo plazo, el éxito de América del Norte no puede depender de la coincidencia política de los líderes de México, Estados Unidos y Canadá, la idea debe permear en los tres países a nivel empresas, cámaras industriales, congresos, capitales estatales y sociedad civil. Promover una visión de este tipo pasa por reconocer que existe una identidad norteamericana, lo que la U.S.-Mexico Foundation acertadamente llama The North American Way, un enfoque anclado no únicamente en la producción conjunta y los flujos de inversión, sino también en una historia común, los lazos familiares, las diásporas y una cultura compartida.

La coyuntura actual más que poner en riesgo la existencia misma del T-MEC abre una ventana de oportunidad para desarrollar una narrativa a favor de la integración y la apertura. La idea de América del Norte debe demostrar ser más fuerte y duradera que el discurso nacionalista.

Las opiniones expresadas en esta columna son personales y no reflejan la postura institucional.

Publicado en Reforma.

23-08-2022