Hay quien afirma que los debates presidenciales no están diseñados para comunicar propuestas de campaña, sino para conocer la verdadera personalidad de quienes participan. Sin embargo, los dos ejercicios realizados hasta el momento no han cumplido ni una ni otra, lo que tiene implicaciones para la gobernabilidad y la calidad de la democracia. En general, el desempeño en los debates no ha sido coherente con los grandes problemas públicos que México enfrenta y enfrentará en los próximos años.
Más allá de las fallas técnicas y los problemas de formato ampliamente comentados, la cuestión -de fondo- con los debates es que han impedido que se discuta con la rigurosidad requerida temas que preocupan a la ciudadanía y que podrían, quizás, cambiar el sentido de su voto. Hablamos aquí de asuntos como la pobreza y la desigualdad, el empleo, la educación, el combate a la corrupción y la crisis hídrica. A continuación, se abordan tres de estos problemas y cómo los candidatos fueron incapaces -en general- de mostrar que cuentan con un diagnóstico concreto y propuestas sólidas.
En primer lugar, tenemos el tema de la pobreza que afecta, según la última medición de Coneval, a 36.3 millones de personas en el país. Entre una defensa férrea del sexenio actual hasta discursos motivacionales basados en la propia historia de vida, las candidatas punteras se quedaron cortas en ofrecer soluciones concretas -y completas- frente a la complejidad del fenómeno de pobreza y desigualdad. Minutos valiosos que se pudieron enfocar en responder con el mayor detalle posible las preguntas de la ciudadanía, se orientaron a reiterar que eran “la candidata de las mentiras” y “la candidata del PRIAN”.
En segundo lugar, el tema del agua. De acuerdo con un análisis del IMCO, la crisis hídrica que atraviesa el país afecta a mil 613 municipios con sequías severas, extremas y excepcionales. Existen municipios y alcaldías de la CDMX que llevan años reclamando a las autoridades el suministro regular de agua potable. Sin embargo, en este contexto, las candidatas se dedicaron a la referencia de los estados que gobiernan su partido, las menciones a la gestión de administraciones pasadas, el rol del Gobierno Federal y los casos de corrupción de este sexenio. ¿Cómo resolver un problema de tanta complejidad si no se cuenta con propuestas bien desarrolladas? ¿Cuál es la evidencia que han revisado las candidaturas para buscar resolver el problema de la falta de agua?
Además, está el tema de la corrupción. En un contexto en el que diferentes mediciones muestran la permanencia de redes de corrupción, las candidatas no mencionaron qué cambios de fondo realizarán, sino se dedicaron a descalificaciones personales y lo que consideran logros hasta el momento, pero propuestas concretas… muy pocas.
El segundo debate presidencial fue el más visto en la historia. En total, 16 millones de personas estuvieron al pendiente de lo que las candidaturas tienen para ofrecer, pero de eso hubo poco. No es que los debates no estén hechos para que la ciudadanía conozca las propuestas, es que las candidatas no respetan a sus electores ni están a la altura del desafío de gobernabilidad que implica el México del próximo sexenio. El problema es grave y no se limita al debate, se trata de la mediocridad tácitamente aceptada de nuestros gobernantes y sus propuestas. Se trata de la mediocridad que cada vez se expande más en la clase política.
Publicado en Animal Político
02-05-2024