Por: Martha Castro, investigadora de Sociedad Incluyente y Max Santana, investigador de Anticorrupción.
Cuando Carola entró al mercado laboral descubrió que las personas trans tienen todo en contra para conseguir un empleo formal. El hostigamiento por parte de jefes y colegas mediante burlas hacía complicada su permanencia en el trabajo. Después de varios años de tolerar discriminación y acoso, decidió migrar a la informalidad con los riesgos que ello implica. Paradójicamente fue en este sector donde logró abrazar su identidad y encontró el respaldo que necesitaba.
A pesar de que las mujeres trans fueron fundadoras del movimiento LGBTQ+ por el protagonismo que tuvieron en 1969 en Stonewall, ellas continúan enfrentando problemáticas más complejas que otros grupos de la comunidad en todos los aspectos de la vida, incluyendo el entorno laboral.
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) señala que las personas trans experimentan la mayor discriminación laboral dentro de la comunidad. Tres de cada cuatro mujeres trans han sufrido algún tipo de discriminación, mientras que una de cada dos personas homosexuales manifiesta la misma situación. Este panorama de marginación arroja a las minorías al desempleo y la informalidad, lo que se traduce en incertidumbre laboral, pobreza y baja productividad.
¿Qué acciones pueden tomarse para remediar esta situación? Rebeca López, trabajadora de la asociación Casa de las Muñecas Tiresias, señala que es imprescindible sensibilizar respecto al uso del nombre social o identitario de las personas trans, así como generar espacios seguros para la denuncia del hostigamiento y el acoso laboral.
Además, la falta de representación dificulta la permanencia de personas de grupos minoritarios en el mercado formal. La baja participación en puestos de liderazgo y la poca presencia en todos los niveles hace que aquellas personas que accedan a los puestos se sientan aisladas, rechazadas y vulnerables.
La Constitución mexicana concibe en igualdad a todas las personas, sin embargo, la falta de entendimiento sobre las diferentes aristas de la diversidad impide que se generen políticas estratégicas que combatan la discriminación y garanticen los mismos derechos para todas las personas.
Las prácticas de inclusión de las empresas son una pieza fundamental para garantizar la diversidad. Acciones como la formación de comités de equidad de género y diversidad, la erradicación del lenguaje sexista y de sesgos en la descripción de los puestos, la adopción de hojas de vida (CV) ciegas o la aceptación y promoción del uso del nombre identitario permiten que los grupos minoritarios se integren y se sientan respaldados.
Contar con una plantilla laboral diversa como la sociedad promueve espacios de innovación y un ambiente laboral que premia el talento y la productividad. Esto se traduce en competitividad para el mercado laboral, en beneficios para las empresas y en inclusión para que aún los grupos más vulnerables tengan las mismas oportunidades que cualquier otra persona de entrar, crecer y permanecer en la economía.
Publicado en La-Lista.
29-06-2022