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La estrategia de la presidenta Claudia Sheinbaum ante el tsunami que ha significado el inicio del gobierno de Donald Trump fue elogiada de inicio por el equilibrio entre ecuanimidad y defensa firme de la soberanía mexicana. Por un lado, la negación categórica de los vínculos del gobierno mexicano con el crimen organizado y el llamado a Estados Unidos de ocuparse del problema de drogas, agravado por la crisis del fentanilo que enfrenta el país del norte. Y por otro lado, la decisión de tomar medidas que -por el momento- pausaron la imposición de aranceles, como el envío de 10,000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera norte de México.
La importancia económica de la relación comercial de México con Estados Unidos y la incertidumbre en la forma errática de gobernar del presidente Trump demandarán de nuestro gobierno mantener una estrategia que busque la disminución de los efectos negativos que estas decisiones comerciales externas tendrán en el país. Sin embargo, el llamado a la unidad que realizó la presidenta con motivo de la crisis arancelaria deberá materializarse también en su forma de gobernar al interior.
El arte de gobernar comprometido con el bien común no debe basarse en los afectos, ni en filias ni fobias, sino en la negociación, la pluralidad, el respeto a la diferencia y la evidencia como insumo de política pública. Sin embargo, en el gobierno actual se observa un doble rasero: hacia afuera se busca llegar a equilibrios y consensos, pero hacia adentro existe una actitud que ataca con vehemencia la crítica. Esto se evidencia en algunas acciones del partido gobernante, como la negativa a garantizar la transparencia en la selección judicial.
Otro ejemplo de esto fue el simbolismo evidenciado en la pasada conmemoración de la Constitución, en la que el Ejecutivo decidió no invitar a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, cabeza de uno de los poderes del Estado. Sin expresar una razón sólida, la presidenta llevó a cabo un evento prescindiendo de un actor que, en general, le ha sido incómodo al poder político desde hace tiempo.
Otro caso lo encontramos en la aplanadora legislativa que, sin mediar razón, aprobó varias enmiendas a la Constitución, cuyos efectos en la democracia están por determinarse. A través de una mayoría legislativa actuando en bloque, se materializaron cambios a la estructura institucional sin tomar en cuenta las opiniones disidentes que presentaban argumentos muy razonables en contra de eliminar los organismos autónomos y establecer la elección por voto popular de todas las personas juzgadoras, por citar dos reformas.
En este contexto, además de los retos que implicará la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos y la renegociación del T-MEC que se avecina, en México existen problemas públicos graves que necesitarán acciones coordinadas y consensuadas de diversos actores nacionales. Entre estos están la latente crisis de desaparecidos -el registro llega a más de 100 mil personas-, la grave situación de seguridad que afecta con mayor impacto a entidades como Sinaloa y Chiapas, así como la perpetua impunidad y la corrupción que se identifican en el país. México requiere -hoy más que nunca- de una unidad que no sea solo un discurso eventual, sino una forma de gobernar de todos y para todos.
Publicado en Animal Político
13-02-2025