
Esmeralda trabaja desde los ocho años como recolectora en los campos de hortalizas de San Quintín, en el norte de México. Le pagan poco y no cuenta con seguridad social. Tiene dos hijos a quienes debe encargar con una conocida pagando 30 pesos por cada uno. Además de su jornada como trabajadora agrícola, debe encargarse de las labores del hogar: cocina, lava, limpia y cuidar a sus hijos.
Esta historia real es una de tantas que se dibujan en la ruralidad del país. La mujer rural enfrenta con mayor agudeza las brechas de género en los cuidados y en los salarios. Por ejemplo, 97% de las mujeres que se dedican al sector agrícola y pesquero realizan labores no remuneradas. Otro reto de la población rural de mujeres tiene que ver con la falta de propiedad sobre la tierra y de acceso a recursos productivos, lo que limita su autonomía. En el país, más de 70% de la tierra está en manos de hombres y ninguna entidad federativa supera 40% de participación de mujeres en la tenencia de la tierra. El estado con mayor representación es Tabasco con 35.5%.
Uno de los sectores agrícolas en los que se mantienen brechas significativas de género es el cafetero. El IMCO con Starbucks realizó un análisis para mapear por primera vez en México la situación de las mujeres que se dedican a los cultivos de café: son en total 62 mil mujeres que se concentran en Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Puebla. Nueve de cada diez caficultoras no cuentan con ingresos propios, lo que limita el desarrollo de sus proyectos de vida. Asimismo, como sucede en general con las mujeres rurales, tienen un nivel educativo bajo.
En algunos países de tradición cafetera, como Colombia, se han implementado acciones como el fortalecimiento de políticas de igualdad de género dentro de los comités cafeteros, lo que permite que las mujeres decidan si quieren sembrar más, exportar, generar proyectos productivos y liderar sus propias asociaciones. Además, se implementó una política para que las cafeteras pudieran ser dueñas de sus tierras, lo que amplió su rol dentro del proceso del café.
Lo anterior, es solo un ejemplo de que existen alternativas viables para impulsar mejores condiciones de vida para las mujeres que realizan su vida en el campo. Enfocarse en aumentar su margen de decisión sobre las cosechas y los procesos productivos es un buen inicio para promover los beneficios de la participación de las mujeres en la economía. Algunas estimaciones indican, por ejemplo, que de cerrarse la brecha salarial en la actividad agrícola a nivel mundial, el producto interno bruto mundial aumentaría 1% (un billón de dólares).
Cada día, accedemos a alimentos gracias a miles de mujeres que se dedican a las actividades agrícolas y que históricamente han enfrentado condiciones como la falta de servicios. En ocasiones, las discusiones sobre las brechas de género dejan de lado la realidad de las mujeres que, fuera de la órbita urbana, luchan día a día por sacar adelante sus hijos, consolidar sus medios productivos y generar un sustento de vida. Que este mes de marzo sea el pretexto para recordar que las brechas de género se manifiestan de forma distinta y requieren, por tanto, análisis y acciones de política pública diferenciadas.
Publicado en Animal Político
20-03-2025