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FOTO: ENRIQUE ORDÓÑEZ/CUARTOSCURO.COM
Apenas cumple cuatro semanas en el poder y ya trae al mundo de cabeza. Trump está cambiando el orden mundial y quizás él mismo no sepa cuál es el nuevo planteamiento. Mientras lo descubre —y ante el poderío de su economía— el resto del planeta está evaluando cómo lidiar con sus amenazas y aún no queda claro si es la reacción o la acción lo que debería de motivar sus decisiones.
Es posible que aún no se pueda dimensionar el impacto que los cambios que Estados Unidos está haciendo tendrán sobre la economía global, la democracia e incluso sobre los anhelos imperialistas de algunos gobernantes. Al mismo tiempo, cada parte involucrada busca desesperadamente algún resquicio de esperanza —que se pueda traducir en optimismo— frente al probable embate del presidente Trump.
Frente a la amenaza ya repetida de imponer aranceles, hay quien dice que esto puede representar una gran oportunidad para México si aprovechamos el momento y diseñamos una política industrial exitosa que fortalezca las cadenas de proveeduría local y permita el suministro de insumos de origen nacional a los que se les agregue cada vez más valor.
La misma amenaza ha llevado a reflexiones sobre la diversificación del mercado mexicano. Esta sería una oportunidad de ampliar nuestros lazos comerciales, de mostrar un frente unido con nuestros otros socios y de disminuir la dependencia —así se plantea— de EU.
Bajo la advertencia de que enviaría a miles de migrantes mexicanos y extranjeros a México, las empresas ven con optimismo el flujo potencial de trabajadores. La escasez de mano de obra que se ha visto en algunas regiones como el norte o el Bajío podría aliviarse, otra oportunidad de oro que abre el presidente Trump.
Claro, todas estas oportunidades tienen un enorme condicional delante. Solo si…
Solo si México suministrara las condiciones indispensables para impulsar la inversión se podrán fortalecer las cadenas de proveduría local. No debería tratarse de crear un modelo de sustitución de importaciones versión 2025. Tampoco de guiar la inversión o de establecer vocaciones específicas por estados o por regiones. Sí se trata, en cambio, de dar garantías de suficiencia energética, de mejores condiciones de infraestructura logística, de mejorar la calidad del sistema educativo, de dar seguridad básica a sus habitantes, entre tantas cosas.
Si no podemos satisfacer la demanda energética que cualquier industria de alto valor requiere México no podrá crecer, con aranceles o sin aranceles. Si un centro de datos que quiere expandir sus operaciones en el Bajío o el Norte no puede contar con la energía que necesita y a precios competitivos, seguramente habrá algún otro país dispuesto a suministrársela. Si no podemos contar con infraestructura aeroportuaria, portuaria o aduanera de poco servirán los múltiples tratados comerciales que ya tiene el país o el reforzamiento de los vínculos con otros socios. El valor que se podrá agregar a bienes cada vez más complejos estará relacionado con la capacidad de pensamiento crítico que los trabajadores tengan. ¿El sistema educativo actual va de la mano con esa premisa?
México podría aprovechar el retorno de personas pero solo con una gestión adecuada del flujo migratorio. De poco servirán las más de 45 mil plazas vacantes que el sector privado ha anunciado como disponibles si no hay condiciones urbanas que permitan su adecuada incorporación a la estructura social.
En la búsqueda de esos resquicios, de esos silver linings, Trump ha logrado que finalmente pensemos en todas las tareas que hemos dejado pendientes por décadas. De ahí a que las hagamos es otra cosa.
Publicado en El Universal
18-02-2025