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No serán nuevos impuestos, pero…

FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

Las conferencias mañaneras siguen siendo una herramienta poderosa, el poder narrativo que tienen es innegable. El miércoles de la semana pasada se le preguntó a la presidenta Sheinbaum sobre los nuevos impuestos que estaban contemplados en la (ya casi aprobada) Ley de Ingresos.

La pregunta buscaba un comentario más que una respuesta y en ese sentido, la presidenta respondió que no había más impuestos a los contribuyentes. Agregó que sí habría algunas actualizaciones, como la de las cuotas de migración, sugiriendo que eran ajustes menores y poco representativos frente a lo que pagan los visitantes extranjeros cuando vienen a México. Ya después de ello reconoció que el único —en sus palabras— que le podría afectar a la población sería el de las bebidas azucaradas.

En efecto, ese impuesto, no es nuevo. Y su tipo fiscal tampoco lo es. El IEPS —Impuesto Especial sobre Producción y Servicios— grava bienes y servicios que tienen un carácter en teoría nocivo. En algunos casos, la idea atrás del impuesto será usar lo recaudado por esa vía para contrarrestar los impactos nocivos en la población. El mejor ejemplo, por el monto recaudado, es el IEPS que se cobra a la gasolina que hoy está en 6.45 pesos por litro en la Magna.

En el paquete económico para 2026 se presentaron varios incrementos —actualizaciones diría la presidenta— al IEPS que aplica a diferentes productos. El impuesto —llamado saludable— a las bebidas saborizadas aumentará de 1.65 pesos por litro a 3.08. Ahora habrá IEPS —este sí es nuevo— a las bebidas endulzadas con edulcorantes y será de 1.5 pesos por litro. Ahora también habrá impuestos a los sueros orales, bebidas con electrolitos, que se han puesto de moda.

El impuesto al tabaco también se incrementa, al igual que el IEPS aplicable a los juegos con apuestas y sorteos que pasará de 30% a 50%. Esas bebidas también pagarán IEPS. Otro IEPS nuevo, sí, hay otro nuevo, es el que aplicará a los videojuegos con violencia que no existía y ahora será de 8%.

La presidenta sugirió que para que las personas no vean afectado su bolsillo con el impuesto a las bebidas saborizadas reduzcan su consumo. “En vez de comprar 30 latas de refresco en un mes, compra 29. Te va a ayudar a tu salud y no vas a pagar más impuesto”. Con esa afirmación, la presidenta reconoce implícitamente que estos impuestos —nuevos o no— pasarán al precio de los productos y cada consumidor, en función de sus preferencias y de cada tipo de bien, elegirá si ajusta su consumo.

Llamar “actualización” a lo que en realidad son aumentos o nuevos impuestos es fiscalmente engañoso. La diferencia no es menor: una actualización suele implicar que algo se ajusta por inflación o por rezagos acumulados, mientras que un nuevo impuesto o un incremento significativo representa una decisión de política pública con efectos reales sobre los precios, el consumo y el bienestar de los hogares. En los hechos, el paquete económico sí contempla nuevos gravámenes y aumentos sustanciales a varios IEPS, y aunque puedan justificarse por motivos de salud, no dejan de tener un impacto en el bolsillo de los consumidores.

Más allá de los nombres, los impuestos son decisiones políticas. Determinan quién paga, cuánto paga y con qué fin se recauda. Si la intención es mejorar la salud pública o mitigar externalidades, conviene medir los resultados y destinar los recursos efectivamente a esos propósitos. Quizás no todos sean nuevos impuestos, pero estas actualizaciones se sentirán para la mayoría de los consumidores como un aumento en precios.

@ValeriaMoy

Publicado en El Universal

28-10-2025