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País en vías de subdesarrollo

En ocasiones infrecuentes, el periodismo se convierte en una forma de arte. El diseño de la portada de la revista británica The Economist de la semana del 18 de noviembre es una mezcla de humor, inteligencia y excelencia pictórica. La imagen central es una reproducción de la pintura Los romanos de la decadencia, de Thomas Couture, que retrata los avatares de una orgía en el ocaso de aquel imperio. Los personajes de la pintura están muy concentrados en su disipada devoción al vino y la lujuria. En medio de la pintura se insertó la foto de un hombre que se abrocha la corbata con la intención de abandonar la francachela. Por la sonrisa de medio lado, se puede deducir que el fulano disfrutó las plenitudes de la fiesta. Es Silvio Berlusconi, quien le deja un mensaje a la desfachatada concurrencia: “Hay que enviarle la cuenta a la Señora Merkel en Berlín”.

Desde el punto de vista financiero hoy Italia es el país más peligroso del mundo. La tercera economía más grande de la zona euro ha provocado más terremotos que la explosión del Vesubio. Como un sismo que zarandea la tierra bajo nuestros pies, la sacudida financiera ha generado una contagiosa desconfianza. El temor financiero se puede medir en la demanda de billetes de 500 Euros. En un solo papel moneda se acumula un valor superior a los 9 mil pesos mexicanos. Estos billetes son demasiado grandes para traerlos en la cartera y muy complicados de usar a la hora de comprar chicles. El incremento en la demanda de estos billetes es una señal de que los ahorradores prefieren guardar su dinero bajo el colchón que en la bóveda de un banco.

Esta intranquilidad se refleja con tasas de interés. Hoy los consumidores, los bancos y el gobierno italiano deberán pagar una mayor prima de riesgo cada vez que pidan prestado. Sin embargo, el mayor problema de Italia no se mide en puntos porcentuales. Todavía no existe una métrica exacta para calcular el pánico. El desafío más importante es evitar una pandemia de miedo donde nadie confía en la capacidad del prójimo para saldar sus deudas y honrar sus obligaciones financieras. Esas horas o días de desconfianza pueden destruir la credibilidad económica de un país o un continente. El destino del Euro como moneda común depende de la capacidad de exorcizar la proliferación del pánico. El mayor problema de Italia y Europa es un desafío que también tienen otras democracias del planeta: las acciones urgentes y necesarias para impulsar la economía son indigeribles y controversiales desde un punto de vista político. Los estadistas contemporáneos deben ser vendedores de remedios con un sabor áspero para el paladar de la multitud.

Los gobernantes más peligrosos para una economía son los remedos de Silvio Berlusconi, que quieren prolongar la borrachera como remedio para evitar la cruda. Entre 2001 y 2010, sólo Haití y Zimbabue tuvieron un decrecimiento económico mayor que Italia. Hoy los habitantes de este país europeo son más pobres que hace una década. En el Índice de Competitividad Internacional del IMCO, Italia perdió cuatro posiciones en los últimos 10 años, una de las caídas más pronunciadas de la economía global.

En un documento del Banco Mundial conocido como el Informe del Crecimiento se establece que en el periodo de postguerra, a partir de 1950, sólo hubo 13 países que lograron crecer en promedio 7% o más a lo largo de 25 años o más. Una característica común entre estas economías exitosas es que mantuvieron una política fiscal responsable, donde el tamaño de su PIB creció más rápido que el monto de su deuda. Italia hizo exactamente lo contrario: creció poco y se endeudó mucho. Hoy esa bella nación europea es un país en camino al subdesarrollo.