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¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir?

FOTO: VICTORIA VALTIERRA /CUARTOSCURO.COM

Ingrid Chávez y Mariana Olvera

Las exigencias en el mercado laboral actual dificultan el balance entre el trabajo y la vida personal de los empleados. Las consecuencias de este desequilibrio genera impactos en otras esferas como la salud, la familia e incluso, el desarrollo económico de un país.

En México, el problema no es menor. El 56% de la población ocupada se encuentra en la informalidad laboral, lo que restringe sus derechos: impide el acceso a seguridad social, pensión para el retiro, guarderías y licencias de maternidad, entre otros servicios. Además, los mexicanos trabajan en promedio 45.2 horas a la semana, es decir, 8.6 horas más que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Si a esto le sumamos que existen trabajadores que cuentan con dos empleos para compensar sus ingresos, el tiempo que les queda para cumplir con sus responsabilidades personales y familiares, es casi nulo.

Con la entrada en vigor de la NOM-035-STPS-2018, a partir del 23 de octubre, el contexto laboral podría cambiar. Con su implementación, se busca incentivar que los empleadores prevengan riesgos psicosociales dentro de las organizaciones, es decir, aquellos factores que producen ansiedad y/o estrés a los empleados, lo cual incluye llevar a cabo prácticas que permitan el balance vida-trabajo.

Ante esta coyuntura, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) realizó el estudio Trabajar sin dejar de vivir: mejores prácticas de integración vida-trabajo en México. En él, se analizó a organizaciones pioneras que han incorporado políticas de integración en los diferentes puestos de trabajo.

A través de 50 entrevistas y un análisis numérico, se dimensionaron los beneficios de invertir en políticas de integración trabajo y familia. Éstas promueven la rentabilidad de una organización, pues sus empleados se sienten más comprometidos y valorados por los empleadores, lo que puede reducir la tasa de rotación del personal y generar una mayor productividad.

Las políticas de integración vida-trabajo son trajes a la medida y no deben sustituir un salario digno. Para que sean exitosas, cada organización debe diseñarlas con base en las necesidades de sus empleados y mantener una comunicación constante para evaluar su efectividad o los retos por atender, a fin de que incidan en todos los niveles (tanto administrativos como operativos).

A pesar de la diversidad de prácticas que se detectaron en el estudio, se reconocieron cinco categorías que pueden ser referentes para hacer cambios sustantivos: flexibilidad de tiempo y/o espacio, inclusión de género, movilidad, salud y bienestar, y balance entre familia-trabajo.

Algunas organizaciones ya han obtenido resultados que contribuyen a reforzar patrones de igualdad entre los empleados. Diversas prácticas como jornadas reducidas para mujeres trabajadoras con hijos, programas que promueven el ejercicio y la sana alimentación, programas de becas o chequeos médicos, son algunas de las acciones que han generado cambios sustantivos.

Invertir en los empleados es un ganar-ganar para todos los mexicanos. Si los empleadores incorporaran políticas de integración vida-trabajo en los centros laborales, transformarían la vida de los trabajadores al brindarles mayor igualdad de oportunidades. Asimismo, influirían en la percepción de niñas y niños sobre sus oportunidades de vida al tener a padres que les brindan cuidados de calidad y sustento económico.

Publicado por Animal Político
23-10-2019