Previo a la pandemia iban y venían anuncios de paquetes de inversión que sugerían que las ganas de invertir en el país iban viento en popa. Reconozco la dificultad de armar esos paquetes: requerían revisiones continuas de los proyectos a enlistar, ajustes a los trámites burocráticos y permisos que se tendrían que dar para concretar decenas de iniciativas, pero, sobre todo, necesitaban del visto bueno del presidente de la República.
Pero más allá de las intenciones y de esos anuncios tenemos los datos y estos muestran que la inversión —pública y privada, nacional y extranjera— necesita reactivarse urgentemente. La semana pasada, en el marco del tercer informe de gobierno, volvieron a salir las cifras de inversión extranjera directa. El presidente subrayó un récord histórico en este ámbito. Algunas acotaciones. Dado que vivimos en una economía abierta, México recibe inversión de otros países, pero de igual manera, inversionistas mexicanos usan sus recursos para invertirlos fuera. En ese sentido, las entradas de recursos que México ha tenido durante el primer semestre del año rondan los 18 mil 434 millones de dólares, 2.6% más que el año pasado. Si vemos la historia completa de la inversión extranjera directa y consideramos también las salidas de recursos, apreciaremos que, en términos netos, entraron al país durante los primeros seis meses del año 15 mil 511 millones de dólares, 16% menos que la inversión extranjera neta recibida durante el mismo periodo de 2020.
Si bien la inversión extranjera es relevante porque da acceso a nuevos mercados y permite conocer nuevas tecnologías, ésta suele representar únicamente entre 2% y 3% del PIB. México necesitaría tener un monto tal de inversión que represente alrededor de 25% de la producción, de los cuales usualmente esperaríamos que 20% fuera inversión privada y el cinco restante inversión pública. Los datos más recientes muestran que la inversión total equivale a 18.1% del PIB, de los cuales 15.7% es privada y 2.4% es pública. En ningún momento esta administración se ha tomado en serio la promesa que hizo el presidente en campaña de que —ahora sí— se llegaría al anhelado 5% de inversión pública.
Ayer salió el dato de inversión fija bruta de junio y nos muestra un panorama poco alentador. La inversión cayó 1.8% respecto al mes previo, justo en un momento en el que debería de estar en recuperación de la caída atribuible a la pandemia. Este indicador empezó una caída prácticamente continua a finales de 2018 que se precipitó en 2020 con el covid. El indicador presentado este lunes se encuentra en un nivel similar al que tenía en noviembre de 2010. Así la magnitud del problema.
La inversión es el mejor indicador de confianza que existe. No le pregunta a nadie qué opina de la situación política ni de la coyuntura electoral. A la inversión le preocupa el estado de derecho, el respeto a los acuerdos, las condiciones de seguridad y de infraestructura existente. La inversión nos habla de lo que los inversionistas hacen, no de lo que dicen; y aún no ven en el país las condiciones necesarias para invertir sus recursos.
Sin inversión no hay crecimiento y éste no puede depender de que el presidente otorgue su visto bueno a cada proyecto de inversión.
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad de la autora y no representan la postura institucional.
Publicado en El Universal.
07-09-2021