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Los dueños de la calle

Bien manejados, los parquímetros pueden ser la manera más ordenada y equitativa de regular el espacio de estacionamiento en la vía pública.

Como todos los capitalinos sabemos, el espacio de estacionamiento en la calle ha estado privatizado por agrupaciones de franeleros y acomodadores gracias a la cooperación que reciben de las autoridades.

La administración mafiosa de la calle trae muchos problemas e incomodidades para los ciudadanos. La corrupción está en el centro de esos problemas. Los que se adueñan la calle han podido hacerlo gracias al acuerdo que tienen con los policías que administran discrecionalmente el uso de grúas en infracciones.

Con ello, el objetivo de esos policías no es mantener el orden, sino ayudar a que se puedan acomodar más coches. Mientras más, mejor. Mientras que en zonas muy comerciales el problema se combina con el de los famosos valet parking, que también entran en contubernio con la autoridad para adueñarse de la calle.

Cualquier capitalino sabe que si deja su auto sin “contratar” con un franelero, lo más probable es que de todos los autos estacionados en una zona, la grúa escoja llevarse el suyo.

El arreglo anterior tiene un enorme costo en nuestra calidad de vida. Los acomodadores y franeleros obstruyen la circulación al dejar coches estacionados en doble y triple fila frente a oficinas, mercados y otros espacios públicos. Aun en las colonias más elegantes de México, las banquetas están invadidas de coches que impiden el paso de los peatones. Los que empujan carriolas o van en sillas de ruedas son quizá los más agraviados.

Pero el objetivo de los parquímetros no debe ser resolver el “problema de estacionamiento”. Eso sólo atraería más y más coches. Lejos de buscar la mayor comodidad de los automovilistas, los parquímetros deben buscar subirles el costo de traer sus autos, sobre todo a las zonas congestionadas.

Para lograrlo, la fórmula ganadora consiste en precios relativamente altos y en periodos máximos relativamente cortos. Aunque un conductor despreocupado por el dinero podría decidir pagar la tarifa del parquímetro por el día completo, se encontrará con que tiene que renovar su boleto cada tres horas.

Evidentemente, el funcionamiento del sistema depende crucialmente de las sanciones. Los inmovilizadores causan la mayor molestia posible a los infractores y evitan los enormes costos y espacios de corrupción que implica administrar grúas y corralones.