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¿Candidato o Secretario?

Ernesto Cordero ha sido un buen secretario de Hacienda. Durante su gestión al frente de las finanzas nacionales, el gobierno federal tuvo las agallas de reducir el obsceno subsidio a las gasolinas, por medio de incrementos graduales al precio de los combustibles. Un funcionario de Hacienda me decía: “Es muy cansado que nos mienten la madre a coro, cada vez que aumenta el precio de la Magna en 8 centavos”. Hay insultos que son medallas. El modesto incremento del precio de los hidrocarburos disminuye el desperdicio monumental de recursos públicos abocados a maquillar el valor de los energéticos. Si algo se le puede criticar a Hacienda es la excesiva cautela para alinear el precio de las gasolinas con sus costos reales de producción.

En el tema de la transparencia de los recursos federales, nuestro país ha dado pasos importantes en la ruta correcta. El secretario Cordero ha sido un promotor de mejorar la calidad del gasto público, para que el dinero de los impuestos tenga un impacto más positivo en la vida de los mexicanos. Todavía nos falta un trecho muy largo para tener un presupuesto público basado en resultados, sin embargo en los últimos años se ha partido piedra para avanzar esta iniciativa. Con el activo liderazgo de Cordero en Hacienda y

Sedesol se ha forjado el capital humano y la infraestructura institucional para evaluar los resultados de los programas de gobierno. Por desgracia, estos estudios no son un insumo muy requerido a la hora que los diputados asignan los montos y destinos del presupuesto.

Ser secretario de Hacienda es uno de los más altos privilegios y responsabilidades a los que puede aspirar un mexicano con vocación de servicio público. El manejo de las finanzas nacionales no es una tarea que permita distracciones, ni frivolidades. Los asuntos hacendarios son demasiado importantes para contaminarlos con el ruido de las matracas, las porras y las campañas. En el pasado, la politización electoral de las finanzas públicas ha sido la receta de sendos desastres. A México no le conviene tener un secretario de Hacienda con aspiraciones presidenciales. Sin embargo, el canto de las sirenas puede más que los números de las encuestas.

El escándalo de la deuda de Coahuila presenta una oportunidad histórica para fortalecer la transparencia financiera de estados y municipios. Sin embargo, el escenario ideal para garantizar impunidad a Humberto Moreira es que la investigación judicial parezca instigada por el ajedrez de la sucesión presupuestal.

La negociación presupuestal con los gobernadores, y sus emisarios en la Cámara de Diputados, requiere de experiencia y habilidad política. Los mandatarios locales van a buscar engordar su bolsa de transferencias. Un camino riesgoso para inflar el tamaño del pastel presupuestal es establecer una estimación elevada sobre el precio de barril de petróleo. La SHCP ha mantenido una prudencia responsable en sus proyecciones sobre el valor del hidrocarburo. Un optimismo desmesurado en las predicciones del precio del petróleo implica un riesgo sobre nuestra principal fortaleza económica: la estabilidad. Como subsecretario y secretario, Cordero ha encabezado tres negociaciones presupuestales.

La crisis fiscal en Europa todavía puede dar sustos y sobresaltos. La situación en Estados Unidos es de plena incertidumbre. El año que entra México será anfitrión del G-20. Docenas de ministros de finanzas vendrán a nuestro país para tomar decisiones sobre el rumbo de la economía global. Sería ideal que estos visitantes extranjeros tuvieran como anfitrión a un rostro familiar.

El último candidato presidencial que salió de Hacienda se llamaba José López Portillo y así nos fue. Una norma no escrita del antiguo régimen priista era que el secretario de Hacienda no podía, ni debía, tener anhelos presidenciales. Mucho ganaría México, y el gobierno del presidente Calderón, si el nuevo PAN aprendiera algo de esta regla intangible que aplicaba el viejo presidencialismo mexicano.